Cuando se descubrió la historia de don Antonio y de doña Tomasa cientos de corazones riobambeños y chimboracenses latieron fuerte y mostraron su solidaridad, entregándoles comida, una cocina, medicinas, entre otros aportes, todo valioso, cuando la pareja de adultos mayores no recuerda siquiera cuántos años tiene, sin embargo estos viejitos tuvieron que buscar techo.
Realidad. Doña Tomasa contaba que ella está sola. Que toda la vida ha trabajado, pero que ahora, por el dolor de sus piernas, “ya no lo puedo hacer”. Don Antonio, por su parte, es el encargado de recorrer varios sectores de Riobamba para conseguir dinero. Por un tiempo unos buenos samaritanos les prestaron una casa para que puedan vivir; sin embargo, existía una realidad: esa vivienda iba a ser derrocada, es por eso que, la pasada semana, ambos abuelitos se fueron, callados, sin causar molestias y sin quejarse…
Situación. Pilar Arévalo, una de las vecinas que se hizo cargo de esta pareja de viejitos, contó que el otro día llegó don Antonio y le contó que se fueron a vivir por el sector de la UE “La Salle”. “Me dijo que le regale unos caramelitos, pero no me dijo exactamente dónde es la casa”, comentó esta ciudadana, quien, de manera desinteresada, les ayuda dándoles alimento cada vez que la visitan en su tienda.
Búsqueda. Doña Pilar estaba decidida a encontrarles. Es así como ayer aprovechó que tenía algo de tiempo para hallar dónde estaban “sus ancianitos amigos”. Llegó hasta la zona y fue golpeando de puerta en puerta hasta que, finalmente, salió una mujer que le dijo que sí, que ella les prestó un cuarto y que no les cobra arriendo. La ejemplar mujer no quiso identificarse, sin embargo, contó que lo hace de manera desinteresada porque sabe que no tienen dinero.
Caso. Minutos después de esta conversación, don Antonio salió de su cuarto y, emocionado, saludó con doña Pilar, quien se alegró de verle. Él contó que desde hace una semana estaban ahí y que ya se les está acabando la comida. “Ellos son de escasos recursos económicos. Un día vino a verme al mayorcito, a decirme que ya se tenían que ir porque la maquinaria ya iba a entrar para tumbar la casa. Viendo eso tuvieron que salir de urgencia. Felizmente encontraron una persona de buen corazón que les acogió. Pero la gente sabe que necesitan mucho más: comida, medicinas, atención médica… “Por favor, si hay gente que les pueda seguir ayudando, que lo haga”, dijo.
Hecho. Antonio Pusay no escucha bien. Solo sabe que un día les pidieron la casa y tuvieron que irse. “Todavía nos queda algo de comidita. Más o menos. Como recién nos pasamos estamos comiendo lo que nos entregaban en la otra casa. Yo tengo un hijo, pero es como no tener. Nunca nos vemos”, dijo el anciano, mirando triste el horizonte…
Pedido. Doña Tomasa, en cambio, se queja del dolor de piernas. Recuerda que alguna vez tuvo unos terrenos, pero alguien le quitó todo lo que tenía. “Ahora toca vivir como se puede. Si alguien nos puede ayudar Dios le pague”, dice la abuelita, que se ganó el cariño riobambeño, pero que hoy vuelve a necesitar ayuda, sobre todo alimentos y medicinas. La dirección es C. Colón y Febres Cordero