Una emergencia sanitaria en Chimborazo y en el mundo , como la que vivimos, no solo lleva el tremendo peso de sus propios efectos, sino también desnuda y acentúa las vulnerabilidades que han estado presente en la sociedad, y también visibiliza las contradicciones, polarizaciones y divisiones de la sociedad, que se muestra sin empatía, en la mayoría de casos. Escuchar los testimonios venidos de otros lados de la patria sobre personas que han perdido a más de un ser querido a causa del covid-19 es desgarrador o también conocer las historias de quienes han pasado días buscando el cadáver de un familiar; pero están las realidades de migrantes que han regresado a morir a Chimborazo. Esto nos tan solo algunas luces sobre la dimensión de la emergencia sanitaria y humanitaria provocada por el virus. Pero también está la vivencia de las personas que salen a las calles para buscar un ingreso para su subsistencia y cuya realidad no se puede ni desconocer ni ocultar, pero también de una amplia mayoría de chimboracenses que se empiezan a preguntar: ¿Y después de la cuarentena, qué? Una situación de crisis como la que vivimos no puede remitirse a la disyuntiva entre “salud o economía” o a una única solución.La emergencia sanitaria en Chimborazo en realidad, debe verse como un proceso con varias fases, a las cuales hay que dar respuesta en su momento, a través del asesoramiento técnico, basado en la realidad específica del territorio y con la guía de un plan. Hay que fomentar una sociedad más reflexiva, más allá de los afectos o desafectos. La comunicación siempre será fundamental para que la colectividad entienda por qué se toman decisiones, hacia dónde vamos y cómo tenemos que colaborar.