La intervención de las FFAA en las cárceles del país a partir de la declaratoria del Conflicto Interno Armado por parte del presidente Noboa evidenció lo que ya era un secreto a voces, que estos centros de rehabilitación eran los centros de operación y mando de los cabecillas de bandas que articulaban hechos delincuenciales, pero también que eran los centros de diversión de los cabecillas y de extorsión para los internos.
Ahora que todo se hace público son los privados de libertad quienes cuentan que para garantizar su supervivencia debían pagar a diario por la comida y por su descanso. Las principales víctimas eran los propios internos quienes veían como los privilegios eran para unos pocos.
La gran interrogante ¿qué hicieron las autoridades los años anteriores? Convertidos en ¿cómplices y encubridores?
Esta realidad obliga la intervención permanente de las FFAA, de lo contrario el riesgo de regresar al infierno de las cárceles es inminente.
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