Los estudiantes son los principales protagonistas en este retorno a clases. Pero, ¿cómo se encuentran tras la aparente superación de la pandemia?, ¿qué secuelas nos ha dejado sobrevivir a la crisis? La estudiante de segundo de bachillerato y activista Claudia Riera, nos comenta su experiencia: ¿Cómo garantizar una educación de calidad en el regreso?
¿En qué año estaba cuando empezó la pandemia?
Creo que estaba en décimo, no estoy muy segura. Tenía unos 14 años de edad.
¿Qué pensó cuando se declaró la emergencia sanitaria?
Fue un tema algo alarmante. Aunque, al principio no porque todas las personas se mantenían en la idea de que iba a pasar muy rápido o como si le fuéramos a encontrar solución, quizás, en una semana. Entonces, creo que, al principio, desde nuestra perspectiva de estudiantes, nos quedamos como que… “bueno, no tenemos clases una semana, ¿qué vamos a hacer?”
Luego ya se declaró la emergencia. Creo que fue algo muy fuerte para todos, por el hecho de separarnos. Por ejemplo, yo tuve que celebrar mi cumpleaños solita porque, justo en mis 15, toda mi familia estaba con Covid-19. Creo que hubo momentos de mucha tristeza que la pandemia provocó. Esto tomando en cuenta el tema de las muertes.
¿Qué tal fue estudiar en un contexto así?
Aquí, siento que hay una visión muy grande porque, la verdad, yo me sentía cómoda estudiando en la modalidad virtual porque, en este periodo de tiempo, de incertidumbre, tristeza, yo tuve una etapa donde necesitaba una regulación emocional. Asimismo, necesité terapia y todo esto. Entonces, para mí, desde una mirada de muchísimo privilegio, se me hacía como que más cómodo. Esto lo he hablado, también, con mis amigas y se quedaban como que “esto está muy triste porque no podemos salir y no podemos vernos”.
No había este espacio de compartir lazos. Pero, al mismo tiempo, no teníamos esta ansiedad social. Es importante tomar en cuenta lo de la deserción escolar por el hecho de que hay muchas comunidades indígenas y familias pobres que no tienen los recursos para poder comprar tres celulares —digamos— para los tres hijos. También, las clases eran al mismo tiempo, entonces, fue un golpe muy fuerte, si lo ves desde estos ojos. Creo que eso le pasó a la mayoría de niños y adolescentes, muchos dejaron de estudiar y dijeron “mejor estudio el próximo año”.
Viendo esta falta de garantías que envolvieron a la educación, ¿qué se podría decir sobre el acceso a este derecho?, ¿y la calidad de la misma?
Creo que, en este transcurso de 2020 a parte de 2022, los espacios en los que he hecho activismo, lo que más se repitió era que la educación no es un derecho, sino un privilegio. Fue una lucha súper fuerte andar haciendo peticiones, viajar a otras ciudades, para reunirnos con las autoridades, para hablar y todo esto, sobre todo para garantizar la calidad de la misma. Otra cosa que es muy importante es que este tiempo, en el que podían estar conectados, en los celulares, para estudiar, ellos decían que no: “Mejor este año, lo aprovecho, y voy a trabajar con mis papás” o “voy a trabajar y no estudio”.
Desde ese punto se creó una rama muy grande de deserción y cuanto más tiempo pasaba, era más difícil rescatar esta cifra tan gigante que se estaba generando. Y, por ese lado, el trabajo infantil, algunos también pensaron que no era como su “opción” estudiar o ir a ayudar a su familia, sino fue que muchos niños no tenían ni qué comer, obligados a salir a las calles. Esto igual se perdió porque en las escuelas, bien o mal, les daban los refrigerios, entonces, si no podían comer, peor van a poder estudiar.
¿Con el regreso presencial cree que se podrá garantizar una educación inclusiva y de calidad?
Creo que, garantizar una educación plena, una educación para todas y todos, es el trabajo más fuerte que tiene Ecuador. Esto, tomando en cuenta que han existido varios recortes presupuestarios. Y, ahora, que estamos entrando a una nueva normalidad —que se dice—, creo que vamos a poder rescatar esta cifra que se mencionó sobre la deserción escolar. Sin embargo, las cifras que existieron, algunas no se van a poder recuperar nunca, porque, quizás, estos chicos estaban en el último año de colegio, y ya no ven como una solución volver. Otros, probablemente, se quedaron en esta brecha de pobreza tan gigante.