Sobreviven vendiendo dulces. La situación precaria en la que viven cientos de migrantes venezolanos en la ciudad de Riobamba es abrumadora.
En las aceras, semáforos y lugares concurridos, niños y adultos piden caridad o venden dulces para conseguir qué comer en el día. En el centro de la urbe, una familia de migrantes se instaló en una vereda de la calle García Moreno para ofrecer chupetes.
Son tres integrantes, dos adultos de 26 y 27 años de edad y un niño de 7 añitos. Ellos llegaron no hace mucho a la “Sultana”. Anteriormente estuvieron en Ibarra y luego en Quito, en la búsqueda de un empleo, pero la Covid-19 arruinó sus planes. Llegaron a Riobamba para un mejor porvenir, pero la situación es demasiado crítica, no solo para los migrantes, sino para todo el pueblo ecuatoriano. Sobreviven vendiendo dulces.
Situación. “Yomaira” (nombre protegido) relata que nadie les da trabajo en Riobamba. Antes de la hecatombe política-económica en Venezuela ella estudiaba en la universidad.
Ahora esa aspiración se difumina con el pasar de los años y en Ecuador busca generar ingresos para enviar a su país natal y que sus padres alimenten a su pequeño hijo. Aquí -a diario- deben pagar entre 13 a 15 dólares para rentar un cuarto de hotel, para no pasar la noche en la calle. La venta de chupetes a veces no es suficiente para tener los tres alimentos del día.
Uno de los familiares que acompaña a esta joven mujer dice que nadie los emplea y que en este momento la única opción es pedir dinero en la calle o vender dulces. La migración ha causado un fuerte impacto social en muchos países de Latinoamérica, que atraviesa duros momentos.