Hoy, todos aquellos que dedicaron su vida al ferrocarril ecuatoriano y quienes admiran al gigante de acero no pueden festejar o rememorar el Día Clásico de los ferroviarios como es, oyendo el rugir de la locomotora, que se pasea por el centro de la “Sultana de los Andes” y con el humo grisáceo que se disipa entre el cielo azul y el volcán Chimborazo. Sin ferrocarril no hay fiesta.
Cada 25 de junio se celebra el Día Nacional del Ferroviario en Ecuador, pero este año no habrá festejo porque el Gobierno tomó la fatal decisión de suspender las operaciones del proyecto emblemático de Eloy Alfaro.
Reacciones. Preocupación es la palabra que muchos de los chimboracenses sienten por la eliminación de la Empresa Pública de Ferrocarriles del Ecuador, mediante el Decreto Presidencial 1057.
Pese a este anuncio gubernamental, en Riobamba la voz de la protesta se ha hecho sentir en las calles y reuniones que han organizado trabajadores a fin de llegar a un consenso entre autoridades locales, emprendedores y el Gobierno, y que sea la provincia la que administre la operación de las rutas que están vigentes en Riobamba y Alausí.
Con el pasar de los días, la maleza crece indiscriminadamente entre las rieles del tren y, con ello, el abandono de este proyecto turístico y económico del país.
Lucha. Don Rómulo Falconí, uno de los gestores y defensor en primera línea del ferrocarril, lamenta que se haya tomado la decisión de eliminar la empresa.
Con la lucidez de su memoria, dice que el ferrocarril es “el factor fundamental del desarrollo a nivel nacional, un gran maestro de todas las generaciones ferroviarias y de todo el pueblo ecuatoriano”.
Falconí considera que la mayoría de los gobiernos de turno ha abandonado a su suerte al ferrocarril sin potenciar su uso para el progreso en cada época; ahora, luego de 10 años de operación, nuevamente se abandona este proyecto.
El último viaje que hizo el tren en Chimborazo, fue el 15 de marzo, la pandemia desfavoreció a todo el sector turístico y mantener este bien patrimonial intacto.
Historia. Don Rómulo cuenta que la lucha que él vivió durante las dictaduras y los gobiernos reacios ecuatorianos, fue una lucha para que las operaciones del tren que, desde una perspectiva social, contribuía al desarrollo y progreso de país. El servicio a la comunidad que ofrecía el tren a las clases populares, constituía no solo un aporte a la economía del país, sino que perennizaba la actividad turística del Ecuador.