Durante tres días, la tranquila parroquia de San Juan vivió el ‘Pacha Fest’, un festival de agroecología y vida sostenible, que atrajo a visitantes de todo el país y más allá.
Durante tres días, la tranquila parroquia de San Juan vivió el ‘Pacha Fest’, un festival de agroecología y vida sostenible, que atrajo a visitantes de todo el país y más allá.
San Juan
Francisco Salazar, miembro del comité organizador, menciona que en los talleres se registraron aproximadamente 200 participantes de diferentes ciudades como Cuenca, Ibarra, Pillaro, Esmeraldas, Guayas, entre otros; además, de asistentes internacionales de Francia, Italia y Alemania. A ellos se añaden, las personas que llegaron al concierto del sábado por la noche y, aquellos que fueron parte de la feria del domingo. Todo este movimiento, según Salazar, se vió reflejado en el 100% de ocupación hotelera que ofrece la parroquia.
Esto no solo benefició a los establecimientos de hospedaje, sino que también se tradujo en un aumento en las ventas para los pequeños comercios y tiendas locales. Una vendedora de pinchos, comentó emocionada, que este tipo de actividades «hacen que el pueblo cobre vida», resaltando la importancia de eventos que no solo vean a la parroquia como un punto de paso, sino como un destino.
Cabe mencionar que, en los últimos años, los sanjuaneños han apostado por la parroquia mediante la creación de infraestructuras turísticas. Hoy en día, el sector cuenta con complejos deportivos, piscina, hospedajes, turismo agroecológico, restaurantes, salones de eventos, y más.
Narración: Pacha Fest
Al ingresar al ‘Pacha Fest’ la atmósfera era distinta. No solo por la colorida decoración y los puestos llenos de productos artesanales y orgánicos, sino por la energía palpable que fluía entre las personas. Era como si cada sonrisa y cada charla, estuviera impregnada de una profunda conexión con la tierra y la conciencia de vivir ese momento.
Los emprendimientos sostenibles eran la joya del festival. Puestos que ofrecían desde frutas hasta tatuajes a mano con técnicas ancestrales. Los emprendedores compartían sus historias y sus convicciones sobre la importancia de regresar a prácticas más naturales y respetuosas con el entorno. Al caer la tarde, el escenario cobró vida con el inicio del concierto. La música, distinta a lo convencional, resonaba en cada rincón del festival. Un ritmo que invitaba a la liberación, donde la gente se unía en ‘pogos’, una forma distinta de compartir y bailar la música. Fue como si la música, el ritmo y la energía de las personas se fusionaran en una celebración de la vida y el entorno.
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