Mario es un niño de 9 años que durante los primeros 6 meses del año lectivo 2019-2020, se destacaba por ser un buen estudiante. Se destacaba por ser sociable, conversión, sociable y tener muchos amigos. Salud mental de niños afectada por pandemia.
Para el recreo siempre llevaba una pelota de fútbol para poder pasar momentos entretenidos con sus compañeros y compañeras de grado. Cuando en marzo de 2020 se decretó la emergencia sanitaria en Ecuador debido al Covid-19, al principio no sabía muy bien cómo iban a ser sus clases. Sus padres le explicaron que ahora deberá permanecer dentro de casa, sin salir ni al parque, recibiendo clases mediante una computadora, mientras ellos trabajan.
Caso. Al principio parecía una buena idea. Pero, 15 meses después, la realidad es que Mario ha cambiado de actitud. Está desmotivado porque, a veces, no hay señal de internet, no se le entiende bien a la profesora mediante un monitor de computadora y al no estar en un aula de clase, se distrae con lo primero que encuentra a su alrededor, lo que hace que pierda el hilo de la clase y no sienta ni las ganas de anotar lo que la profesora dice, porque, a la final, sabe que no va a perder el año.
“¿En septiembre vamos a volver a la escuela?”, es una de sus preguntas recurrentes, porque, como todo niño, sueña con volver a estar con sus compañeros de clase, jugar al aire libre, aprender lo que debe aprender y volver a hacer una vida normal, lejos del encierro, estrés y soledad que ha provocado la pandemia del Covid en los niños.
Datos. De acuerdo al “Diagnóstico sobre la situación de los derechos de las niños, niñas y adolescentes, antes y después de la declaratoria de la emergencia por el Covid-19”, elaborado por Word Visión, la pérdida de seres queridos, el confinamiento, la falta de interacción, sumados a la incertidumbre, puedan afectar el bienestar psicológico de los niños y niñas. “La pandemia y las medidas de confinamiento y distanciamiento social han provocado un retraso o ausencia en la interacción entre niños, niñas y adolescentes.
Si bien resta mucho por conocer sobre la afectación de los encierros en este grupo, un estudio de personas adultos mostró una reducción en los sentimientos positivos, lo que los predispone a pensar negativamente”, se indica en este diagnóstico.
En una encuesta realizada por Unicef y el Ministerio de Educación en julio de 2020, identificó que 4 de cada 10 niños, niñas y adolescentes afirmaron que se sentían muy angustiados o tensionados y que apenas 3 de cada 10 han recibido algún tipo de apoyo emocional por parte de docentes o los Departamentos de Consejería Estudiantil.
Preocupación. Asimismo, una encuesta elaborada durante la pandemia por Unicef y la Universidad Católica del Ecuador identificó que el 37 por ciento de niños y niñas se sintieron tristes, el 31.9 adoptó comportamientos agresivos, mientras que el 31.9 por ciento ha sentido miedo. Esta situación se agrava sobre todo en los hogadores que tienen un nivel socioeconómico medio o bajo, tomando en cuenta la reducción de ingresos de los padres, la pérdida de empleo, falta de acceso a la educación, salud, etc.
Situación. Sin embargo, el factor psicológico no es el único que se ha visto afectado, tomando en cuenta que luego de la pandemia, el 39 por ciento de hogares que recibía alimentación escolar, ahora ya no accede a ésta y de estos hogares, el 53.6 por ciento se encuentra en una inseguridad alimentaria entre severa y moderada. En lo que tiene que ver a educación, el cierre prolongado de las escuelas ha afectado a 4.4 millones de niños, niñas y adolescentes en el Ecuador, siendo los más afectados los pobres.