
Giussepe Cabrera
Tema: Que le corten la cabeza
Editorialista
Entramos en la última semana de campaña de las elecciones generales.
En este tiempo, los candidatos han dado entrevistas e ido a debates, tanto presidenciables como asambleístas, y muchos han creído que los medios de comunicación estamos casi obligados a darles ese espacio y preguntarles cuáles son sus propuestas y por qué quieren ser asambleístas.
De ahí, máximo les puedes preguntar su color o comida favorita, sino, poco más y se ofenden.
No importa si la pregunta es con altura pero frontal o si para desarrollar la idea uno contextualiza sin ataques personales, ellos inmediatamente se sienten ofendidos y responden en consecuencia a esa ofensa.
Me pregunto, si ya sin poder se les enerva la sangre tan rápido, ¿qué serán capaces de hacer con el poder de su lado?
La verdad, me los imagino como la reina de corazones rojos en el cuento de Alicia en el país de las maravillas, mandando a degollar cabezas a cualquiera que no tenga el tino suficiente de no herir la sensibilidad de su alteza real.
Los medios de comunicación, pero especialmente los periodistas y quienes hacemos, en mi caso, periodismo de opinión, no somos amigos del poder.
Estamos para hacer las preguntas incómodas que la gente espera sean respondidas.
La pregunta puede llevar implícita una acusación, pero es el político el encargado de desmentir un decir popular, siempre que no hablemos del cometimiento de delitos, que ahí sí es más importante la presunción de inocencia.
Es legítimo cuestionar acciones, decisiones y declaraciones de todo aspirante a político.
Una piel tan dura como la de un elefante, que soporte las críticas y bañada en aceite para que resbalen, son alegorías populares que dan cuenta de la importancia de una mayor tolerancia de los políticos a los cuestionamientos y las críticas.
Sobre esto incluso ha resuelto la Corte IDH.
En el caso Kimel vs. Argentina, estableció que el derecho al honor de los funcionarios públicos, incluidos políticos y aspirantes, debe ser ponderado de manera menos estricta cuando se enfrenta al derecho a la libertad de expresión, especialmente en debates sobre temas históricos o de interés general.