Kelvi Novillo
Editorialista
Tema: Pedidos mínimos a los/as candidatos
Migas/os estarán de acuerdo conmigo que la corrupción mata, porque ataca a los más desfavorecidos y porque alimenta la pobreza.
Por tanto, ante la necesidad urgente de superarla para defender lo público, es decir la propiedad de todos, es imprescindible que, en nuestro país, las escuelas, los colegios y la academia debatan los casos de corrupción en las aulas.
Es justo y necesario inculcar en los alumnos sobre la ética de la política, sobre transparencia de la acción pública, sobre la honestidad del servidor público y privado, sobre los valores de la honestidad y de la verdad que son reconocidos en una sociedad por considerarse moralmente superiores, sobre la vergüenza de hacer uso privado de los bienes colectivos, de los otros, etc.
Parece ser que, en esta sociedad postmoderna, el concepto de pecado ha dejado de ser la norma de la moral social.
Por ello, urge cultivar la ética como orientadora del comportamiento.
Creo que aquí y ahora es imprescindible inculcar y desarrollar en las/os niños y jóvenes la autoestima de un verdadero ser humano, es decir, la honestidad, la verdad y la defensa a la Vida y a todas las vidas.
A mi entender, así contribuiríamos a preservar la vida, la biodiversidad, el patrimonio comunitario, público y privado.
Definitivamente hay que despertar conciencias, hay que cambiar los referentes que tienen la niñez y la juventud. Este despertar debe ser cotidiano y debe darse en todo lugar y en toda ocasión.
Por ello, no podemos desperdiciar oportunidades. Hoy que estamos a las puertas de las elecciones, es necesario pedir a las/os candidatos que transparenten su patrimonio y el de su familia, de sus amigos y de sus asesores más próximos, que nos indiquen propuestas viables, concretas sobre el control a la corrupción y que, en el caso de los presidenciables, se comprometan a no inmiscuirse en la Justicia. ¿Y por qué? Porque no se puede ser Juez y Parte… y punto.
La politiquería en el Ecuador siempre se alimentó del dinero de la corrupción y de los corruptos. Dejo en claro, que he dicho y diré “politiquería” y no política, porque ésta, en su esencia, es el arte de gobernar para el bien común y para la sustentabilidad y, por tanto, debe ser honrada por todas/os.
Hay que permanentemente diferenciar, porque simplemente, si hubieron, hay y seguro habrán políticos íntegros, que tienen vergüenza en la cara y sinceridad en el bolsillo, que han hecho de su gestión una prolongación de la vida de su hogar en el que vivenciaron y forjaron valores de honestidad y verdad.
Por ahora y como resultado de la gestión de las/os politiqueros, la gente es escéptica en cuanto a la ética de líderes y lideresas de diferentes vertientes y corrientes políticas, culturales y religiosas.
Por ello, es necesario construir en la institucionalidad mecanismos que contengan y repriman a quien se sienta tentado a corromper o a ser corrompido.
La carne es débil, dice el Evangelio. Las instituciones deben ser suficientemente fuertes, las investigaciones rigurosas y sin odios, y los castigos severos.
La impunidad hace al delincuente, y en el caso de muchos cargos públicos por designación o por elección, a ésta se le añade la inmunidad, es decir, las dos condiciones básicas para que se entrone y se perennice la corrupción que mata.