La contaminación auditiva es aquella alteración producto de cualquier sonido o vibración excesiva que produce una perturbación o molestia en un ambiente determinado, haciendo que se pierda la armonía, paz, salud auditiva y calidad de vida. Pasados los 75 dB, el ruido ya es dañino.
En plena esquina de las calles Juan Larrea y 10 de Agosto, cerca del mediodía, en una farmacia está colocado un altoparlante por el que sale música del género salsa. Al acercar el sonómetro, se indica que el ruido alcanzó ochenta decibelios (dB). Segundos más tarde pasa un motocicleta con el escape modificado, y en la aplicación se refleja que el ruido alcanzó los 90 decibelios (dB).
A local seguido, parlantes emiten todo tipo de música, conductores tocan el claxon, a lo que se suman carros que tienen su escape dañado y emiten ruidos altos. De acuerdo a la la Organización Mundial de la Salud (OMS), se define contaminación auditiva a cualquier ruido o sonido superior a 65 decibelios (dB). “Dicho ruido se vuelve dañino si supera los 75 dB y doloroso a partir de los 120 db. En consecuencia, la OMS recomienda no superar los 65 dB durante el día e indica que para que el sueño sea reparador el ruido ambiente nocturno no debe exceder los 30 dB”.
En medio de esta contaminación auditiva se evidencia que cuando va a pasar algún agente municipal se baja el volumen. También los uniformados verifican que los parlantes no se ubiquen en las veredas y cuando está alto el volumen se solicita a los dependientes y dueños de los locales que lo bajen. Pero esto en el sector céntrico de Riobamba.
En otras zonas, los dueños de tiendas, papelerías, licoreras y otro tipo de locales comerciales, para “llamar a la clientela” colocan sus grandes parlantes a las afueras de sus negocios, provocando así ya no solo contaminación auditiva, sino impidiendo la libre movilidad de los transeúntes. El ruido tiene efectos perjudiciales en los seres humanos. ¡A bajar el volumen y respetar a los demás!