Niños con enfermedades catastróficas como «pilotos por un día». La iniciativa es de Cristopher Vargas, un joven piloto de Macas.
El proyecto “Piloto por un día”, de Cristopher Vargas, se ha ejecutado ya en cuatro oportunidades, con niños y niñas que sufren enfermedades catastróficas.
Esta iniciativa, además de permitirles alcanzar el sueño de volar, también ha significado una parte importante en la recuperación del estado emocional de los pacientes.
Niños con enfermedades catastróficas fueron pilotos
Cristopher Vargas nos cuenta cómo nació este proyecto:
“este proyecto nació en Argentina, cuando seguí mi curso de piloto comercial. Básicamente lo que busco es darle la oportunidad de vivir la experiencia a niños que quizá por cualquier condición o situación no pueden llegar a cumplir ese sueño de ser piloto”.
Se trata de una simulación. Los niños deben utilizar su uniforme de piloto:
“viven en un día lo que quizá nosotros vivimos en la formación que tuvimos durante bastante tiempo”,
Luego de ello, llega la parte más emocionante: en compañía del experto, los pequeños surcan el cielo, pilotando una aeronave de verdad.
Al final de la jornada, se les entrega los certificados e insignias, como si hubieran terminado el curso.
“Cuando estuve en Argentina, quería dejar haciendo algo bueno antes de regresar a mi país”, relató Vargas, explicando el por qué de la iniciativa, agregó: “
busqué hacer algo distinto, empezar un proyecto que se pueda mantener a largo plazo y que pueda significar un cambio, es así como nació la idea”.
El joven se enfocó en el grupo de niños con enfermedades que pueden causar graves problemas de salud, y que a menudo requiriendo tratamientos de alto costo y prolongados, muchos de ellos, causándoles gran dolor y sufrimiento.
El proyecto significa un día completo, alejados de ese cuadro de tristeza. Solo ellos y su sueño:
“Esto es una ayuda en momentos de tanto dolor que se encuentran atravesando” reflexionó.
Al momento, cuatro niños han sido partícipes de esta iniciativa. Uno de ellos es de Argentina, los otros tres, ecuatorianos.
Pese a que no recibe ningún tipo de gratificación económica, para Cristopher, las experiencias vividas son lo más maravilloso que puede sentir.
Luego de la experiencia del vuelo, mantiene contacto con los padres de los niños, creando ese vínculo de amistad con las familias.
“Recuerdo a una niña, cuando la llevamos a volar, lo hicimos por primera vez en una aerolínea. Las anteriores veces fueron en aeronaves ligeras. Luego de un año, me enteré por un estado de Whatsapp de su madre que decidió ser piloto”, contó con emoción.
La niña, de a poco, superó su enfermedad, y luchó por conseguir ese sueño.
Y como dicen por allí, “el mundo es un pañuelo”. Resultó que el lugar donde esta niña decidió seguir el curso, Cristopher era profesor.
