Mujeres en la ciencia: La Organización de las Naciones Unidas (ONU) es clara: el mundo de hoy necesita más ciencia, y la ciencia necesita de más mujeres. De acuerdo a los datos de esta entidad a nivel mundial, en el planeta en 2020 solo el 30 por ciento de quienes investigan son mujeres y solo el 35 por ciento de los estudiantes en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y/o matemáticas son mujeres.
Esto quiere decir que, hoy por hoy, las mujeres en el ámbito científico todavía son minoría, y eso responde a una serie de prejuicios históricos que se traducen en menos oportunidades y oportunidades que se expresan en menor visibilización.
Historia.
En el libro “Impacto de las Mujeres en la Ciencia. Efecto del género en el desarrollo y la práctica científica”, que recoge exposiciones de mujeres científicas que participaron en el “Primer Seminario internacional del impacto de las mujeres en la ciencia. Efectos del género en el desarrollo y la práctica científica” realizado en junio de 2018 en Quito, la científica Eulalia Pérez relata que el acceso de las mujeres a la universidad recién se da de forma generalizada en la segunda mitad del siglo XIX.
País.
En el caso de Ecuador, la pionera en reclamar sus derechos fue Deifilia Matilde Inés Hidalgo de Procel, quien nació en Loja el 29 de septiembre de 1889. Luego de ser una estudiante brillante, que vivió en carne propia la discriminación por querer volar alto, fue en 1913 cuando hace una solicitud a la Universidad Central del Ecuador en Quito para ingresar a estudiar Medicina, pero fue negada. Sin rendirse, hace el mismo pedido en la Universidad de Cuenca, donde se gradúa como licenciada en Medicina el 29 de junio de 1919. Una vez con este título, vuelve a la Central donde ya no tuvo ningún inconveniente para acceder, y el 21 de diciembre de 1921 se gradúa como doctora. Pero esto no era suficiente para ella. El diez de mayo de 1924 pasa también a la historia por exigir su derecho al voto, convirtiéndose en la primera mujer en el Ecuador en ejercerlo. Esta historia es solo una pequeña muestra de la lucha que han tenido y tienen que afrontar las mujeres en pos de una verdadera igualdad.
Problemática.
En épocas pasadas se consideraba a la mujer inferior, que sus capacidades se limitaban a ser madre, esposa, ama de casa y dirigente de un hogar, por tener, supuestamente, el cerebro más pequeño o limitado para la ciencia. Esto habría provocado que los hombres sean los que ocupen altos puestos, sean los dirigentes de países y ejércitos, siempre sean prácticamente quienes dirigen el mundo, y las mujeres, en la mayoría de casos, hayan quedado en un segundo plano. Con esta idea implantada en el planeta, lo que se ha conseguido es que se piense que la mujer es menos competitiva, por eso no merece un sueldo igual al de los hombres; que no son buenas para la ciencia, porque los grandes descubrimientos solamente son una cuestión de hombres, invisibilizando de esta manera totalmente el verdadero rol que tiene la mujer en la sociedad en todos los ámbitos, que tienen la misma capacidad, pero no las mismas oportunidades por los estereotipos sociales predominantes.
Ciencia.
Sin embargo, ¿los cerebros de las mujeres y de los hombres son diferentes? “La idea de que hombres y mujeres tienen aptitudes y actitudes diferentes porque sus cerebros son distintos es errónea y contraproducente”, advierte Mara Dierssen, neurocientífica de la Universitat Pompeu Fabra (España). “Las diferencias anatómicas entre cerebros masculinos y femeninos son mínimas y, además, no son de categoría sino de grado”, señala Dierssen. En esta misma línea, Lise Eliot, neurocientífica de la Universidad Rosalind Franklin de North Chicago (Estados Unidos), argumentó en la revista Nature que “no hay más diferencias de género en el cerebro que en los riñones, el hígado o el corazón”.
Cuestionamientos.
A partir de estas teorías, surgirán preguntas de, entonces, ¿por qué una mujer es más sensible?, ¿por qué cuando son niñas les gusta jugar con muñecas?, ¿son más miedosas?, ¿por qué sueñan con casarse y tener hijos? Gina Rippon, la autora del libro “The Gendered Brain” (“El género del cerebro”), en una entrevista en The Guardian manifestó: “Por la plasticidad cerebral”, contesta Rippon y agrega: “porque el cerebro es extremadamente maleable, se desarrolla de acuerdo con las experiencias que tiene una persona a lo largo de la vida, especialmente en la infancia, interioriza los estereotipos y actúa en consecuencia con aquello”.
Realidad.
Y así lo han demostrado muchas mujeres de Chimborazo que se han atrevido a romper los estereotipos y demostrar que todos tenemos la misma capacidad intelectual, científica, profesional… La clave: nadie les dijo que no podían hacerlo, por el contrario, impulsaron sus alas. Tampoco les importó ser minoría entre tantos hombres en la universidad y, sobre todo, nunca se rindieron a pesar de vivir en una sociedad machista en la que se les dice constantemente que no pueden. He aquí varias de ellas…
Nunca me limitaron en nada
Gabriela Viviana Tubón Usca tiene 35 años de edad. Es ingeniera electrónica e informática de la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo (Espoch). Su posgrado lo hizo en la Universidad de Calabria de la República Italiana, obteniendo un Doctorado en Física y Tecnologías Cuánticas.
Historia.
Su niñez fue muy tranquila. Fue su madre quien siempre la motivó a estudiar. Su ejemplo fue su madre, porque, si bien tenía tres hijos varones y una mujer, Gaby siempre la veía trabajar y estudiar. “A pesar de todas las obligaciones del hogar siempre me decía: ‘los sueños hay que cumplirlos’. Yo tuve un muy buen ejemplo de parte de ella”, cuenta emocionada la profesional.
Realidad.
Gabriela reconoce que siempre le gustaron las matemáticas y la tecnología, tanto que en la Unidad Educativa “San Vicente de Paúl” se graduó del Bachillerato de Informática. Por el “feriado bancario” de 1999 la gran mayoría de su familia tuvo que irse a otros países para buscar mejores días. “Se fueron a España, Inglaterra y Canadá. Mis tíos siempre me llamaban y me contaban como eran esos países y sus experiencias, por eso yo también me impulsé en conocer y ver todo lo que ellos me contaban cuando yo era niña. Una vez que terminé el colegio decidí estudiar electrónica, porque me gustaba. Era una carrera muy dura”, relata la doctora.
Vida.
Gaby estudió en un colegio solo de niñas, por ello, cuando ingresó a la universidad fue un shock “porque en el ‘prepo’ eran 50 hombres y 10 mujeres por cada paralelo. En el proceso hubo deserción. De los graduados, que eran unos 200, terminamos como unas 15 mujeres”, relata. Luego se abrieron las becas y aplicó para estudiar una maestría. “Gané la bolsa de estudios, pero antes de irme me casé y nos fuimos los dos a estudiar”, explica y agrega que en el camino se le presentó la insuperable oportunidad para seguir un doctorado y como cumplía con los requisitos, lo logró. Allá vivió lo mismo que acá. En Italia eran pocas mujeres.
Actualidad.
En la actualidad da clases de Física en la Espoch, es docente investigadora y trabaja en proyectos de Física Experimental para el estudio y desarrollo de los nanomateriales. Reconoce que siempre hay una presión social al siempre ver más hombres en estas carreras que mujeres, pero nunca, de parte de los hombres, ha sentido discriminación. Además, considera que el gran ejemplo de vida fue su madre, porque nunca la limitó ni le dijo que no podía.
Sueños deben cumplirse…
Alexandra Pazmiño Armijos tiene 39 años de edad, además de una Ingeniería en Electrónica en Computación de la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo y una Maestría en Informática Empresarial.
Vida.
Ella es riobambeña, así como sus padres. Se educó en la Unidad Educativa “Isabel de Godín”, donde también estudió computación, porque siempre le gustó todo lo que está relacionado con la tecnología. Siempre tuvo claro lo que quería seguir en la universidad, por eso no titubeó ni un momento hasta terminarla.
Realidad.
Como la mayoría de estos casos, cuando ingresó las mujeres eran minoría. “Éramos unas cinco o seis mujeres. En ese tiempo las aulas eran para 50 estudiantes y no éramos muchas”, comentó la profesional, sin embargo, aseguró que en ningún momento se sintió discriminada, por el contrario, siempre las mujeres de su aula se destacaron porque a pesar de ser una carrera muy difícil y muy dura, lograron salir adelante en la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo (Espoch).
Estudios.
Alexandra fue becaria y se destacó siempre. Sin embargo, cuando ella estudiaba su carrera no habían muchas oportunidades para salir del país, pero esto no fue una limitante para ella, por el contrario, tenía sus metas bien fijas, lo que no le impidió seguir con sus estudios hasta conseguir sus sueños. “Me decidí a quedarme aquí, en Riobamba, junto a mis padres. Por eso no he salido fuera del país. También se me han presentado oportunidades para trabajar en otras ciudades del Ecuador, pero me incliné a quedarme con mis padres”, aseguró Alexandra Pazmiño.
Límites.
Sobre si ha sentido que en algún momento tuvo limitantes en su carrera, aseguró que no, porque sus padres siempre le apoyaron y le dijeron que debe de cumplir sus sueños. Algo que tal vez, en algún momento fue un limitante, fue el que habían muy pocas mujeres en la carrera. “Pero eso sí, nunca hubo discriminación ni nada por el estilo. Siempre estuvimos ahí, sentimos apoyo”, comentó Alexandra.
Mensaje.
La profesional envió un mensaje a todas las niñas y mujeres para que sepan que no hay carrera alguna que las pueda limitar, por el contrario, que con esfuerzo y dedicación, sabiendo qué se quiere lograr en la vida, todo se puede cumplir. “Podemos alcanzar las metas que queramos, seguir la profesión que queramos. Me siento contenta de ser investigadora y hacer proyectos para la Espoch”, dijo.
Hay que romper los tabúes
Camila Gallegos Oleas es una joven profesional riobambeña que siguió con pasión la carrera de Ingeniería Industrial en la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo (Espoch).
Historia.
Su afición por la industria comenzó desde muy pequeña, pues, su padre es ingeniero mecánico y siempre la llamaron la atención las actividades profesionales que él llevaba a cabo. “Me gustaba ver como construía cosas. Siempre andaba arreglando las cosas, entonces eso siempre me gustó”, cuenta Camila, quien realizó sus estudios hasta cuarto de básica en la Unidad Educativa “Riverside” y de ahí pasó a la Unidad Educativa “María Auxiliadora”, ambos de Riobamba, donde se graduó de bachiller de la República.
Decisión.
En un inicio no tenía muy claro qué seguiría en la universidad. “Había averiguado sobre varias carreras. La Ingeniería Industrial, sin embargo, tiene un campo demasiado amplio, no solo se da en lo que es mecánica, sino que también tiene, al mismo tiempo, mucho de Administración de Empresas para ser una gerente”, comentó la profesional.
Confesión.
Cuando ya eligió ser una ingeniera industrial e ingresó a la Espoch no le gustó mucho su decisión en un comienzo. Sin embargo, cuando ya fue el momento de realizar prácticas de lo que estaba estudiando, su perspectiva cambió totalmente. Me gustó”, dijo la joven riobambeña, quien relata, al igual que Gabriela y Alexandra, que en el primer semestre eran apenas cuatro mujeres y como 30 hombres. “Éramos una minoría, pero a mí nunca me molestaron. Tampoco nos trataban diferente, era algo normal.
No había discriminación alguna”, relata emocionada Camila, quien cree que la gente actualmente debe cambiar de mentalidad, porque las mujeres pueden desarrollarse en el ámbito que deseen, porque son igual de capaces que los hombres.
Palabras.
“Cuando algo en verdad te gusta, cuando crees que lo puedes lograr, entonces hay que hacerlo”, expresó Camila, que egresó de la carrera justo en medio de la pandemia del coronavirus (Covid-19) y ahora espera ya su título para poder aplicar en algún trabajo. “Felizmente la carrera de Ingeniería Industrial es muy amplia. Se puede conseguir trabajo en lo que es producción, calidad, logística. Se puede aplicar en mantenimiento, mecánica y más”, dijo. Aseguró que las mujeres no deben dejarse llevar por lo que dice la sociedad, deben romper los tabúes para desarrollarse en lo que sueñan y desean.