Navidad se celebra a nivel mundial, y la cárcel de mujeres Riobamba no fue excepción, conozca cómo se agasajo a las 3 niñas que viven aquí.
Al son de “campana sobre campana”, el coro de las privadas de la libertad de la cárcel de Riobamba encendió el espíritu navideño en el centro de las instalaciones.
Eran las 10:15 de la mañana del 24 de diciembre de 2024, y aunque las rejas y los muros de concreto intentan contenerlo todo, el espíritu de la Navidad logró entrar.
El día inició con un grupo de visitantes que llevamos fundas de caramelos, juguetes y un mensaje de esperanza. Tras una revisión exhaustiva, finalmente cruzamos las puertas del centro.
Allí nos esperaba un mundo diferente: un pesebre lleno de animales y un árbol decorado con luces daban la bienvenida. En ese rincón de realidades duras, algo especial estaba por suceder.
Más de 60 mujeres, con historias y edades distintas, llenaron la sala decorada con guirnaldas. Había rostros jóvenes que parecían no haber cumplido aún los 20 años y otros marcados por más de cinco décadas de vida.
Algunas lucían maquillaje, gorros navideños con cascabeles, y una sonrisa tímida, como si quisieran abrazar la ocasión, pero con temor de después regresar a una fría realidad.
Mujeres viven con sus hijos en la cárcel
Entre ellas, las más pequeñas del centro llamaron la atención. Tres bebés, apenas aprendiendo a caminar, jugueteaban entre las bancas hechas por manos de los ppls de la cárcel de varones.
Una de ellas, Emy, exploraba con sus pasos inseguros, mientras las reclusas querían tener entre sus brazos a los 3 angelitos que llevan vida las celdas oscuras.
“Hoy les traemos estos caramelos que fueron hechos por comunidades rurales. Al comprarlos, no solo llegamos a ustedes, sino también ayudamos a la economía de esas familias”, dijo una de las visitantes.
Su voz era cálida, cercana. También habló de talleres de costura y actividades pensadas para que las mujeres privadas de libertad puedan aprender y construir un futuro mejor.
Otra visitante tomó la palabra, mirando directamente a las internas: “Nuestro trabajo es asegurarnos de que sus derechos sean respetados aquí adentro y, sobre todo, que al salir tengan una oportunidad real de comenzar de nuevo”.
Sus palabras tocaron fibras sensibles, especialmente cuando aseguró que los niños recibirían el cuidado necesario durante su estancia en el centro.
Al escuchar estas palabras, los ojos de algunas internas se llenaron de lágrimas, quién sabe la razón, pero en sus rostros se notó que hubiesen querido pasar esas fiestas junto a sus seres queridos, pero por razones indistintas ahora solo tenían a la reclusa que estaba a su lado.
Agasajo de Navidad a los niños de la cárcel de Riobamba
Los minutos pasaron y el momento más esperado llegó con la entrega de regalos. Las madres, emocionadas, ayudaron a sus pequeñas a recibir los juguetes.
Emy, con un peluche nuevo en sus manos, corrió torpemente hacia una guardia penitenciaria, quien la recibió con los brazos abiertos. Fue un instante mágico, una conexión que hizo olvidar, aunque sea por un momento, las barreras entre los que vigilan y los que son vigilados.
La jornada terminó al ritmo de un villancico. Cristina, una interna con una voz que parecía acariciar el alma, lideró el canto. Sus compañeras la acompañaron con alegría mientras entonaban “Navidad, Navidad, dulce Navidad es un día de alegría y felicidad”.
Las melodías resonaron entre los muros, como si quisieran escapar y llegar más lejos, tal vez a las familias que esperaban afuera. Esa mañana, la Navidad trajo algo que no se puede envolver ni comprar: esperanza.
Esperanza para las mujeres que allí buscan reconstruir sus vidas. Esperanza para los niños que pronto tendrán que separarse de sus madres.
Y esperanza para quienes creen que, incluso tras los muros más fríos, la humanidad siempre encuentra la manera de brillar.
Porque sí, ese 24 de diciembre, la Navidad no solo llegó a la cárcel de Riobamba; floreció en cada rincón, transformando lágrimas en sonrisas y tristeza en un poco de alegría.