Las realidades de varias familias que viven actualmente en la ciudad esconden un sacrificio diario que tienen que hacer para poder ‘pelearle a la vida’… y hasta sobrevivir. Migrar: dinero en el campo no hay, y la necesidad es prioridad
Contexto. La migración interna de las zonas rurales a la ciudad es una situación frecuente, puesto que las las causas que motivan a tomar esta decisión son el bienestar de los hijos y de la familia en general. .
Situación. La mayor parte de estas migraciones de comunidades indígenas de la provincia, por cuestiones económicas, sociales y políticas, asume el reto de vivir en un lugar fuera de su entorno social para sobrevivir, constituyendo un problema, porque se enfrenta a otra realidad en la ciudad.
Realidad. María Urquizo, de la parroquia Cebadas, migró a la urbe hace un año por mejor el porvenir de sus amados hijos, ahora ella trabaja en un local de zapatos para ganarse la vida honradamente.
Voces. “En el campo no hay plata, los productos se comercializan muy barato, es duro, por eso uno sale de sus casas; sin embargo, tengo esperanzas de que hay que luchar en el campo a veces por la educación, por no dejarlos en la ciudad solos, por lo cual hay que mantener, pero no hay apoyo ni otras alternativas. En la ciudad, aunque sea en cualquier trabajo se gana algunos centavos; además, luchar por la educación de nuestros hijos, por no dejar en la ciudad solos”, enfatizó la comerciante, que trabaja diariamente por y para su familia.
A saber. Asimismo, Carmen Quispe, de Pungalá, madre de familia desde hace trece años y que vive en Riobamba, tomó la decisión de migrar por necesidades económicas. “Vivía en el campo cuando mis hijas eran pequeñas, pero la necesidad de que no hay trabajo y para ofrecerles un mejor futuro para mis hijas me motivó a migrar a estas tierras”.
Detalles. Con el esfuerzo de su trabajo, actualmente, tiene un terreno y una casa, aunque no cuente con servicios básicos. Quishpe dijo: “en el campo hay cómo dinamizar la economía, pero nosotros emigramos porque al momento de sacar nuestros productos a los mercados ganamos poco y los intermediarios son los que se llevan el resultado de nuestro esfuerzo y trabajo. Nosotros, los agricultores, perdemos tiempo, dinero para invertir en nuestros cultivos para que se lleven las ganancias los grandes comerciantes”.
Sépalo. María Moreno migró desde los 17 años para trabajar en la venta informal. Esta madre de familia labora diariamente para cubrir los gastos de sus hijos en educación. “No hay plata en el campo y migramos para una mejor vida”, dijo.
Compromiso. Rosario Cachipud, otra de las personas que viven esta realidad, dijo que desde que su esposo falleció tuvo que tomar el rol de padre y madre. Desde hace 16 años trabaja para pagar el arriendo y la educación de sus hijos en una ciudad donde si una persona no tiene un trabajo está expuesta a pasar hambre, frío e inseguridad.
Dato. Esta problemática es, de alguna forma, una temática que requiere una solución pronta en bienestar de todos los ámbitos sociales.