La Semana Santa, sobre todo ahora, para las comunidades cristianas y católicas, es un tiempo de importancia y renovación para sus congregaciones. Según la tradición, se dice que en Jueves Santo Jesucristo instauró el sacramento de la Eucaristía. En los evangelios se encuentra que éste fue el mecanismo adoptado por Jesús para quedarse, en el pan y en el vino, con sus apóstoles, sabiendo a lo que se enfrentaría desde la madrugada del Viernes Santo hasta las 15H00 de ese día. Las restricciones en LA “SEMANA MAYOR”.
Con el pasar del tiempo, asimismo, se han instaurado ciertos mitos para vivir esta conmemoración de la Pasión y Resurrección de Cristo. Las restricciones que la cultura popular le ha atribuido a la Semana Santa está en la prohibición de tener relaciones sexuales, ya que se correría el riesgo de quedarse “pegado”, con la pareja a la que se recurrió al acto, hasta la Pascua. Otra de las limitantes que se construyeron respecto a esta fecha se encuentra en la prohibición de vestirse de rojo, ya que éste es “el color de la bestia”, y su presencia atrae “al diablo”. Una de las creencias que también se generaron en torno a esta festividad es aquella “sentencia” de tener mala suerte si es que se nace en Viernes Santo. La cultura popular menciona que aquel día nacerá el anticristo.
¿Cómo se aprende de pequeño sobre la Semana Santa?
En la niñez se marcan muchas cosas, sobre todo para aquellos que tuvimos la fortuna de estudiar en escuelas católicas. En este aspecto se marca bastante fuerte la Semana Santa. Su origen se da en una situación bíblica que es la Pasión de Cristo. Pero hay un preámbulo, un acontecimiento llamado la Cuaresma, y este espacio sirve para reflexionar. Este tiempo implicaba un momento de renovación, de reformular ciertas cosas que hemos estado viviendo, y hace alusión a estos cuarenta días que pasa Jesucristo dentro del desierto. Él pasa en un retiro, en un espacio de soledad, llegando a sufrir tentaciones, para abandonar los caminos de Dios. Aquí es donde Jesucristo se muestra humano. La Iglesia también nos invita a vivir este espacio de renovación, de reflexión.
En el campo social, ¿qué es lo que le llama más atención de la conmemoración de esta tradicional época?
Hay muchas situaciones en Riobamba, y creo que las que marcan la ciudad es el inicio con el Domingo de Ramos, que este año tuvo una afluencia terrible, pues, ha regresado la gente con bastante fe, con bastante convicción después de todo este tiempo de no tener este proceso de Semana Santa a causa de la pandemia. Este año, esa ausencia o esa carencia ha despertado muchas cosas. Una de las cosas que marcan la riobambeñidad es el Domingo de Ramos. Dentro de la semana, asimismo, el Martes Santo, algo que un riobambeño no puede perderse, no puede renunciar a esa creencia, es a la Procesión del Patrono de la ciudad, a la Procesión del Señor del Buen Suceso. Realmente, es una de las procesiones —según mi criterio— más largas del país. Tiene una duración de 3 horas, con delegaciones católicas, eclesiásticas de la provincia, y, ¿por qué no?, también del país. Esta procesión es clave para entender lo que significa ser riobambeño.
Cuando usted era pequeño, ¿qué tradiciones o restricciones tenía para Semana Santa?
Como tradición, eran infaltables los chigüiles. En referencia con las restricciones, por los mitos que existían, siempre coincidía con mis amigos. Las más comunes eran que no puedes hacer bulla los viernes, porque Jesucristo está muriendo. Uno guardaba respeto. Dentro de esta situación, igual si te bañabas te convertías en estatua de sal. Yo amo la carne, pero no se consumía, tampoco. Era cualquier cosa menos carne. Si había carne, tenía que ser pescado, no podía ser distinto. No utilizar color en la ropa. Y un símbolo de muerte es la ropa oscura, así acompañábamos a Jesús en el Calvario. A veces, mi abuela decía que no podíamos prender la radiola. Nada de música alegre. En mi infancia, ahora si nos ponemos a analizar el entorno cultural, también había una restricción sexual, pero ya para los adultos. Se mencionaba, también, que si nacemos en Viernes Santo, teníamos mala suerte, porque es un día de dolor, no es un día de alegría. Otras cosas que escuchaba era no barrer ni clavar clavos. No se podía mover nada. Una parte fundamental era el ayuno. Mi abuela ayunaba, Tenía ese gesto de hacer suya, también, a la Pasión de Cristo. Ahora lo importante es dejar cualquier tipo de prejuicio o estereotipo para servir, porque eso quiere Dios.