En Riobamba, la prostitución y el caos social se han convertido en una problemática que preocupa a autoridades y afecta a la comunidad
En Riobamba, la presencia de centros nocturnos dedicados al entretenimiento y, en algunos casos, al trabajo sexual, ha generado debate.
La existencia de burdeles, night clubs y chongos plantea interrogantes sobre la regulación, la seguridad y el bienestar de los involucrados.
Burdeles, Night Clubs y chongos ¿son lo mismo?
En términos legales, la distinción entre un burdel y un chongo es mínima, ya que ambos se refieren a establecimientos donde se ejerce el trabajo sexual.
Ambos están regulados bajo la misma normativa que rige el trabajo sexual y deben cumplir con los mismos permisos sanitarios y operativos.
La Agencia Nacional de Regulación y Control Sanitario (ARCSA) es la encargada de supervisar estos establecimientos para garantizar condiciones de higiene y seguridad.
Los night clubs son establecimientos dedicados al entretenimiento nocturno y no necesariamente a la prostitución, aunque algunos puedan ofrecer servicios sexuales de manera informal.
Los night clubs están sujetos a regulaciones menos estrictas que los burdeles y chongos, ya que su actividad principal no es la prostitución.
¿Su ubicación atrae un problema de seguridad?
En Riobamba, operan al menos 10 centros nocturnos conocidos, incluyendo burdeles, night clubs y chongos.
Estos establecimientos están ubicados en diversas zonas de la ciudad, incluyendo áreas como el Bypass, cerca del terminal terrestre.
Algunos de los lugares más conocidos incluyen El Mangos By Pass, El Sótano, Las Vegas (anteriormente conocido como Amazonas), El Percal, entre otros.
En cuanto a la ubicación de estos centros nocturnos, la normativa no especifica una zona exacta donde deben estar ubicados.
Según el Acuerdo 4911, se expide el Reglamento para el Control y Funcionamiento de los Establecimientos donde se ejerce el Trabajo Sexual.
Este reglamento establece las normativas operativas que deben seguir los burdeles y chongos, pero no impone restricciones claras sobre su ubicación.
Esto ha dado lugar a que algunos de estos establecimientos se ubiquen en zonas céntricas o cerca de instituciones públicas, como la Espoch (Escuela Superior Politécnica del Litoral), como es el Night Club «Mangos».
Los vecinos o residentes de este sector, como los barrios Lolita, Liribamba, 24 de Mayo, El Recreo e Independiente, han expresado su malestar debido a la inseguridad que podría provocarse.
Inspecciones y permisos
La ARCSA realiza inspecciones periódicas para verificar que estos lugares cumplan con las normas de higiene, seguridad y funcionamiento.
Los centros nocturnos deben contar con personal de seguridad para garantizar que solo entren personas mayores de 18 años.
Además, los trabajadores sexuales deben tener acceso a medidas de protección, como preservativos y pruebas periódicas para detectar enfermedades de transmisión sexual.
La prohibición de entrada para mujeres en burdeles ¿por qué?
Una de las regulaciones más controversiales en los burdeles y chongos es la prohibición de entrada para mujeres. Esto se debe a que los establecimientos están destinados principalmente a los hombres para evitar conflictos y situaciones incómodas.
En algunos casos, pueden estar buscando tener relaciones con otras personas que no sean sus esposas o parejas, lo que puede incluir relaciones extramaritales.
Las políticas de salud y seguridad pública son clave para garantizar que los centros nocturnos operen de manera adecuada, sin poner en riesgo la salud de trabajadores y clientes.
Según el medico, las trabajadoras sexuales deben tener acceso a atención médica regular y programas de prevención de enfermedades de transmisión sexual como la sífilis o el VIH.
Además, los establecimientos deben contar con medidas de seguridad, como cámaras de seguridad y personal capacitado.
A pesar de las diferencias entre estos establecimientos, todos deben cumplir con regulaciones para garantizar el bienestar de los trabajadores y clientes.
Sin embargo, temas como la ubicación, la frecuencia de las inspecciones y las políticas de seguridad siguen siendo puntos de discusión, especialmente en zonas con conflictos de inseguridad.
El 60% de los encuestados ha visitado un chongo
Un estudio reciente sobre el conocimiento y comportamiento de los hombres en relación con los “chongos” reveló datos interesantes sobre cómo ven estos lugares, sus hábitos al visitarlos y los riesgos que enfrentan al hacerlo.
Según una reciente encuesta realizada con el obejetivo de analizar este tema tan controversial, el 61.5% de los encuestados admitió haber visitado un «chongo», mientras que el 38.1% afirmó no haberlo hecho.
De los que sí asistieron, el 70% ingresó cuando tenía 18 años o más, y el 30% lo hizo entre los 17 y 18 años.
En cuanto a la frecuencia de las visitas, el 41.7% indicó que sus visitas eran ocasionales, mientras que el 58.3% nunca ha ido.
Respecto al uso de protección, el 80% aseguró que siempre utiliza preservativos, pero un 20% admitió que no lo hizo en alguna ocasión.
Las razones para no usar preservativos fueron variadas: el 71.4% mencionó que no se les ofreció, y el 28.6% se sintió incómodo con la idea.
En relación a las enfermedades de transmisión sexual (ETS), el 91.7% expresó preocupación por contraer alguna, pero el 63.6% no se ha hecho pruebas para detectar ETS después de estar con trabajadoras sexuales.
Respecto a las razones para visitar estos lugares, el 50% lo hizo por voluntad propia, mientras que el otro 50% se sintió presionado socialmente.
A pesar de los riesgos, solo el 8.3% admitió haber contraído una ETS, mientras que el 91.7% no ha tenido esta experiencia.
Además, el 91.7% de los encuestados manifestó estar dispuesto a recibir información sobre los riesgos de las ETS y la importancia del uso de preservativos.
Finalmente, sobre la primera experiencia sexual, el 8.3% la tuvo en un «chongo», mientras que el 91.7% no.
El estudio destacó la urgente necesidad de hacer campañas de concienciación y educación sexual para promover la prevención y el uso de métodos de protección.
Violencia y explotación que viven las prostitutas
En Ecuador, el trabajo sexual es legal, pero no se reconoce como una actividad laboral, esto significa que quienes lo ejercen no tienen los mismos derechos que otros trabajadores.
Aunque la Constitución y el Código de Trabajo dicen que el trabajo es un derecho de todos sin distinción alguna.
Las que practican el oficio más antiguo del mundo, la prostitución, ofrecen sus servicios en el centro de la ciudad, en los centros nocturnos y a través de las redes sociales.
Algunas han sido obligadas a ejercer esta actividad, mientras que otras la ven como una buena oportunidad para generar ingresos.
María, con 29 años, lleva siete años en este oficio, una situación que describe como una forma de supervivencia más que una elección.
Al principio pensé que sería temporal, pero el tiempo pasa y te consume para siempre
María de 29 años, trabajadora sexual
En un día promedio, María puede atender hasta diez clientes, pero no todos cumplen con las normas básicas de higiene o protección.
A pesar de ello, ella se somete a exámenes de enfermedades de transmisión sexual (ETS) cada tres meses para proteger su salud.
Me contagié de sífilis hace dos años, fue un cliente que no quiso usar preservativo. Desde entonces, trato de ser más estricta, pero no todos aceptan cuidarse, y cuando necesitas el dinero, terminas cediendo
María de 29 años, trabajadora sexual
Para mantener su apariencia y cumplir con las expectativas de los clientes, María se inyecta vitaminas y suplementos cada dos semanas.
No obstante, admite que el estrés constante y el ritmo de vida han afectado gravemente su salud física y mental.
El precio de sus servicios varía según la zona y las exigencias de los clientes.
En una buena noche, puedo ganar 50 dólares, pero otras veces apenas llego a 20 dólares, todo tiene su costo: la ropa, el maquillaje, hasta el lugar donde trabajas
María de 29 años, trabajadora sexual
En cuanto a los abusos, María no puede ocultar la tristeza.
Sí, me han golpeado, me han robado, y una vez me violaron, denunciar no sirve de nada, muchas veces ni siquiera sobrevivimos para contar nuestra historia
María de 29 años, trabajadora sexual
A pesar de sus intentos por mantenerse independiente, el miedo a los proxenetas (o «chulos») sigue siendo constante.
No quiero deberles nada porque te esclavizan. He visto a compañeras desaparecer por deudas o por no obedecer
comentó, mientras mira de reojo la puerta, como si temiera que alguien la escuchara
Para María, cada día es una batalla entre la necesidad de sobrevivir y el peso de una realidad que pocos logran entender.
No quiero que me juzguen por el oficio que hago, solo quiero que sepan que somos personas, no objetos