“Un juego del gato y el ratón” se vive con la venta informal, donde madres con sus niñas/os se ubican en los alrededores del mercado de Santa Rosa. La venta informal se ha convertido en diario vivir, con el que no solo son madres o padres, también niños los que trabajan por monedas, y ésta es una realidad agudizada por la crisis económica del país.
Para saber. “No nos dan un puesto dentro de los mercados, y si lo hacen nos quieren enviar donde no hay gente”, dice Anita Morocho, oriunda de la parroquia Cacha, quien viaja todos los días, un poco antes de las 06:00 h, para instalarse a vender, y espera hasta las siete u ocho de la noche para poder retirarse. La situación es difícil, dice, “damos vueltas y vueltas para que no nos quiten las cosas, a veces son hasta groseros”, explica, refiriéndose a quienes ejercen el control municipal en la zona. La situación no solo es difícil para quienes arriesgan su vida por ganar una moneda, también se vuelve complicada para quienes enfrentan la actividad de control. “Es falta de cultura de la sociedad, piensan que sacando a los niños les hacen un bien”, dice Janeth Yumi, agente de Control Municipal, quien todos los días palpa esta realidad.
Información. La autoridad llega, los vendedores informales se mueven, se dispersan y hasta “corren” para que no les quiten sus ventas, están a la expectativa de que en cualquier momento podrían verse afectados; sin embargo, dicen que la necesidad no les deja otra alternativa, o hay quienes han vivido toda su vida de la venta informal. Niños acompañan a vender todo el día, “colaborando”, pero existen quienes no estudian, porque no hay dinero o simplemente no hay quien les ayude”…