“Karla” (nombre protegido) tenía apenas dos años de edad cuando su madre decidió irse a España de manera irregular, con el objetivo de conseguir los recursos económicos que le permitieran sacarla adelante a ella y a sus cuatro hermanos. “Yo ni siquiera me acordaba de mi mamá”, cuenta la joven viendo al horizonte, como rememorando todo lo que vivió. La triste historia de la hija de una migrante.
Historia. “La decisión de mi madre se basó en la desesperación de buscar un mejor futuro para sus hijos. En el tiempo que ella se fue empezó la decadencia del 2000, cuando todo el mundo empezó a migrar”, dijo. Su padre nunca se hizo responsable de ellos, ahondando aún más la crítica situación económica que vivían. A finales de la década del 90 e inicios del 2000, las personas compraban el pasaje hacia algún país, sin requerir de mayor documentación. “Mi mamá, como se fue de ilegal, no podía venir seguido y tampoco en ese tiempo había las facilidades de hoy para comunicarse. Cuando queríamos hablar con ella debíamos ir a una cabina y advertirle al dueño que antes que marque los 5 dólares, nos avise para colgar”, cuenta Karla.
Testimonio. La madre dejó a “Karla” y a sus hermanas encargadas donde una tía, pero como enviaba dinero de España, entonces todo el mundo las quería cuidar, pero no por voluntad, sino por interés. “Así fue como mi papá se hizo cargo de tres de nosotras, porque la mayor ya era casada y el segundo vivía con ella”, relata. Sin embargo, lo que parecía un acto de responsabilidad, terminó en maltrato físico y psicológico. A las tres hermanas no les permitían hablar con su mamá y pasaron muchas necesidades, porque el dinero que la progenitora enviaba en lo que menos se ocupaba era en ellas. “Mis hermanas no tenían ni una mochila, llevaban los cuadernos en fundas y debían caminar hacia la escuela muchos kilómetros. Ahora que estoy grande sé que fuimos víctimas de maltrato infantil”, explica la universitaria, indicando que un día su hermana mayor las fue a visitar y las encontró en las peores condiciones: sucias, con piojos y mal alimentadas porque su madrastra les daba comida guardada. Por eso le dijo a su papá que las iba a llevar a pasear y las rescató. Así fue como ya comenzaron a estudiar, a comer bien y a estar estables, gracias a su hermana mayor .
Datos. La madre logró conseguir los papeles en España. Ya era legal, lo que le permitió, volver a ver a sus hijos luego de cinco años. “Yo solo la conocía por foto, por eso cuando llegó al aeropuerto, mis hermanos me indicaron quien era, porque yo no la reconocí. Tenía siete años. Fue la primera vez que la vi, que la sentí y ese olor de mamá no se olvida nunca. Ese es el recuerdo más lindo que tengo de mi infancia: la primera vez que vi y abracé a mi mamá”, cuenta con lágrimas en los ojos. Lamentablemente, María, su progenitora solo se quedó un mes y volvió al país ibérico. “Otra vez se estaba yendo el calor que necesitaba. Nos abrazábamos con mis hermanos, la necesitábamos. Claro, siempre teníamos ropa de marca, zapatos de marca, pero todo eso no llenó lo que en verdad necesitábamos: una mamá…”, dijo y aclaró que si alguna vez puediera devolver el tiempo, le pediría a su mamá que no se fuera.
Realidad. María regresó cuando “Karla” tenía 9 años. “Yo fui víctima de abuso sexual por parte del marido de mi prima. Yo pasaba ahí, jugando. Cuando uno es niño no sabe la maldad de las personas. Un día mi hermana me dejó con este señor y mi prima pequeña. Él le mandaba a comprar a cada rato a la tienda y cuando yo me quedaba con él me decía cosas, me tocaba, me manoseaba. Yo no entendía, pensé que estaba jugando, pero me sentía incómoda”, contó “Karla”. Un día, el victimario la fue a ver al parque y le dijo que si se subía al carro, iban a desaparecer juntos, para siempre. En aquel entonces la niña, de 9 años, se negó a irse con él.
Situación. “Yo le conté a mi prima, a la hija de él. Ella le contó a la mamá, es decir, a la esposa, pero ella me dijo que no cuente a nadie porque nadie me va a creer, porque era mentirosa”, recordó. Ya cuando María volvió, su hija menor tenía 11. Siempre fue una buena alumna, pero las alertas se encendieron cuando comenzó a sacar malas notas. Llamaron a María al plantel y ahí fue cuando se conoció que la pequeña era víctima de abuso sexual. Entonces siguió el proceso legal. “Me revisaron como siete veces, declaración tras declaración”, cuenta. Había las suficientes pruebas, pero un día el victimario se arrodilló frente a ella y le pidió perdón. Le dijo que no destruyera su familia y que olvidara lo que pasó. Hubo tanta revictimización contra “Karla” que todo quedó ahí.