Acostada en una cama con quemaduras de segundo grado en ambas manos, hombro izquierdo, cadera y espalda baja se encontraba ayer María Isabel Bonilla Villacís, quien la tarde del viernes, presuntamente, fue arrollada por una abogada, frente a su negocio y residencia en la Diego de Ibarra, entre Veloz y Orozco. La trágica historia de María.
Lesiones. También tiene quemado parcialmente el lado izquierdo de su cara (pómulo y mandíbula), además registra la pérdida de cuero cabelludo desde la sien izquierda hasta la oreja del mismo lado.
Dolor. Al hablar o hacer cualquier otro movimiento su cara refleja muecas producidas por el dolor de sus heridas, las que están vendadas y requieren estricto reposo de al menos 35 días.
Hecho. Su presunta “agresora” la habría arrollado con un vehículo Hyundai Tucson IX rojo y arrastrado cerca de unos quince metros, hasta que se habría visto obligada a frenar porque el carro de adelante frenó bruscamente.
Causa. Bonilla Villacís recordó que su “agresora” había estacionado su vehículo, horas antes, al frente de su local comercial, y cuando se retiraba golpeó con el parachoque trasero una moto de un joven venezolano que trabaja como repartidor de mercancía en su negocio. “El trabajador se acercó a la puerta del carro, para hablar de lo ocurrido, y ella le respondió molesta que cómo se atrevía, que seguramente era un indocumentado”, subrayó la mujer.
Intervención. María Isabel contó que ella, desde la acera de su local, y a través de la ventana del copiloto, le pidió a la mujer que no tratara de esa manera al joven, porque él también es un ser humano como cualquier otro, y esto más allá de su estatus migratorio.
Rabia. Varias personas que estaban en el lugar supuestamente censuraron la actitud de la conductora. “Otras seis personas le pidieron que se calmara, pero ella respondía a todos con gritos, no escuchaba a nadie, estaba iracunda y luego retrocedió y volvió a chocar la moto”.
Atropello. Bonilla Villacís dijo que bajó de la acera y trató de caminar hacia la puerta del conductor para seguir mediando, pero la iracunda mujer (dice) arrancó su camioneta y la atropelló.
Terror. Cuenta que al ser golpeada cayó hacia atrás y su cabeza quedó muy cerca de la llanta delantera izquierda; la mujer no detuvo la marcha y la arrastró unos cuatro metros, aproximadamente, hasta que tuvo que frenar porque el automotor que circulaba delante se detuvo bruscamente.
Dramático. “Mi cabeza quedó a pocos metros de la rueda, entre el parachoques y el suelo, y fui arrastrada, por eso sufrí heridas en buena parte del costado izquierdo… creo que ella no se iba detener”.
Auxilio. Cuando la camioneta se detuvo, Rodrigo Bonilla, su hermano, corrió hasta la puerta de la conductora y metió la mano por la ventana, que estaba con el cristal abajo, agarró las llaves y apagó el vehículo.
Horror. Abajo del vehículo quedó inconsciente María Isabel, su hermano junto a otras tres persona la cargaron cuidadosamente, la colocaron de manera recta en la acera y llamaron al servicio de emergencias.
Desespero. Cuando la trasladaban a un hospital, la inconsciente mujer empezó a volver en sí. Escuchaba a lo lejos como una paramédico le gritaba desesperada: “¡no dejes de respirar!, ¡acuérdate de respirar!, ¡no te rindas!, ¡por favor, lucha por tu vida!, ¡no te duermas!”; y sostuvo que esas palabras la mantuvieron conectada a la vida.
Descompensada. “Yo estaba muy débil, ya no podía respirar, pero gracias a esa voz me mantuve consciente; esa imagen debajo de un carro y con mi cabeza a pocos centímetros de una rueda no deja de atormentarme día y noche… muy poco duermo”.
Agradecida. Seguidamente, le dio gracias a Dios, porque cree que Él le brindó una nueva oportunidad para seguir viviendo, pero en especial para luchar por ser cada día una mejor persona. “No es fácil esta situación, pero es una nueva vida para tratar de ser mejor cada día; tengo mucho que aprender de esta experiencia y Él (Dios) me dará las fuerzas para seguir adelante”, anotó.
Perdón. A su “agresora” dijo que no le guarda rencor, y que desea que este hecho la haga recapacitar, para que no vuelva a actuar de la misma manera; pero sí le preocupa que una docente universitaria de leyes tenga una actitud como ésta. “Ella tiene un hijo al que debe formar, y enseña a futuros profesionales que pueden llegar a administrar justicia, ojalá pueda cambiar, por bien de ella y de la sociedad”