Joven emprendedor de cevichochos sueña con un gran futuro. A los 24 años se centra en darle un mejor futuro a su esposa y a sus hijos.
Es un joven emprendedor de 24 años, pero piensa como una persona madura, centrada, la que siempre sueña con un gran futuro para los suyos… pero con los pies en la tierra.
Si bien es de Columbe, considera a Riobamba “la ciudad que siempre me dio el impulso para salir adelante”. Vino al año de edad, así que la siente propia.
Sus ganas de salir adelante le salen por los poros. El objetivo es darle una mejor vida a sus hijos y a su amada esposa, con la que no solo comparte amor, sino un sueño.
“Con esto que no hay muchas oportunidades laborales nos tocó emprender, y es gratificante haber recibido el apoyo de mis suegros, que nos dieron el primer impulso”, dice.
Él es Luis Caiza, y es un vendedor de cevichochos, cuya motivación son sus ‘peques’: “Valentina de 3 añitos y Mateíto, que recién cumplió 2, así como mi esposa, Lizeth Ainaguano, de 20”.
Joven emprendedor: ¿cómo fue la vida antes de su esposa?
En la niñez conoció lo que es la necesidad, pero subraya que fue “más sana”, porque ahora ya no se practican los juegos tradicionales: el boliche, las chantas, los trompos de madera.
¿Y la de ahora? “Prefiere un celular, un freefire, un Xbox… todo lo que no sea sano y que deje enseñanzas, sino lo más caro y de moda”.
En la adolescencia primaron los escasos recursos, pero siempre se plantó en la mente las ganas de salir adelante.
“Trabajaba de todo desde muy chico. Fui betunero y me pagaba mis estudios, ayudaba a mi familia. Luego vendí prendas de vestir, me iba para Guaranda, Ambato, así”, anota.
Agrega que en Riobamba vivían sus padres, que se dedicaban al comercio de papas, luego de ropa, todo con tal de ganarse la vida.
“Salíamos para Pallatanga, Bucay, Bolívar, Tungurahua, recorriendo en las ferias de las plazas y los mercaditos, y esa era nuestra vida”, cuenta y suspira.
Luego se dedicó a la distribución de embutidos, cárnicos y pollos, lo que le hizo conocer al amor de su vida.
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Joven emprendedor: ¿cómo conoció a su esposa?
“Como era distribuidor de embutidos, cárnicos y pollos, y su familia adquiría las pechugas, yo les repartía, entonces le conocí, nació el amorío, el amarre, y tanta cosa”. Ríe.
Hacen más de 3 años tomaron la decisión de entender, valorar y luchar lo que sus padres les daban, y asumieron el reto de ser familia.
“El emprendimiento es de mis suegros, nos dieron la oportunidad de emprender. Ellos tienen su puestito fijo, y yo salgo a los eventos, desfiles, fútbol, intercantonales y lo que haya”.
Tienen 2 hermosos hijos y sueños en grande para sí mismo y para el hogar.
“Con mi esposa estudiamos un poquito para salir adelante. Estudio Ingeniería en Sistemas en cuarto semestre, en el IST ‘Cisneros’, y falta de largo, pero vamos echándole ganas”.
Seguidamente se llena de orgullo y agrega: “mi esposa sí es politécnica, estudia Finanzas, y va a quinto semestre”.
Subraya que, con el trabajo, “nos damos la mano y el hombro de lado a lado, porque apoyándonos mutuamente podemos salir adelante y construirnos un futuro bonito y seguro”.
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Cevichochos, ¿cuál ha sido la acogida?
“Ha sido bien chévere. Por el producto y la atención que le doy la gente se apega. Nunca dejo de hablar y halagarle, preguntarle lo que quiere, de eso se trata el saber atender a un cliente”.
Luis sabe que el hacerle sentir agradable, en confianza, al cliente crea fidelidad, y donde lo encuentren le consumirán.
¿Es fácil hacer un cevichochos? “Al comienzo es muy duro, porque esto es como una fanesca, son como casi 15 elementos”.
¿15? “Viene chocho, tostado, cebolla, tomate, hierbita, camarón, cuero, pollo, orejita, juguito de tomate, crema, aceite, sal, y se debe tener el tino para que a la gente le guste”.
“Hasta acostumbrarse es fregado”, dice bien serio.
Su día a día inicia a las 05:00 h, “antes que cante el gallo nos despertamos a preparar, para deleitar a la clientela”.
A las 08:00 h ya están en los puestos fijos para poder ofrecer a la gente chuchaqui, ‘malanochada’ por el viaje, de repente para quien tiene iras…
¿Ceviche para las iras? “Es el de camaroncito: camarón dormido, una sola a la barriga, amigo”. Suelta una carcajada.
Con orgullo dice que no solo le compran los riobambeños, “porque a la Medialuna, donde estamos, llega gente de Guayaquil, Cuenca, y les gusta llevar el ceviche”.
¿No se daña? Nosotros ya sabemos, le mandamos dividido: cuerito, cebolla y juguito en cada tarrina, para que no se pueda abombar, entonces ellos llegan bien al paladar.
Subraya que en otras ciudades no se sabe preparar como aquí, por eso Riobamba es única.
Joven emprendedor: ¿por qué no divertirse a los 24?
“Yo trabajo para darle un buen futuro a mis hijos, y darme un mejor futuro”, puntualiza con autoridad, dejando de lado su permanente sonrisa.
Seguidamente, enfatiza: “el trabajo que nosotros hacemos no es siempre bueno, también es malo, pero todos los días sí hay para cualquier pancito, así seguimos”.
Y así, con un sueño fijo en mente, sigue haciendo los mejor que sabe: que a la gente le guste lo que le ofrece y le cuenta. Y lo dejamos seguir en ello, esperando lo logre.