A estas alturas de la vida ya nada nos sorprende y, de seguro, lo admirable sería que fuera bueno, pues, pese a darnos eternos parabienes y mensajes de alegría, éxito y salud en el “año del veinte-veinte” aquello ha sido lo más esquivo, por lo menos en sus primeros 7 meses. Pero, inconsciencia e irracionalidad merecen duro castigo.
Pero, refiriéndonos al tema puntual motivo de estas líneas, resulta en verdad indignante el apreciar como la inconsciencia, la ignorancia y la irracionalidad priman en quienes no valoran ni siquiera sus vidas, peor las ajenas, exponiendo gravemente a “los suyos” que, más que tal, a sus ojos asemejarían nada.
Y es que en una cabeza racional no se concibe que en época de pandemia, en la que el mundo está indefenso ante un virus que no saben ni siquiera los expertos y estudiosos cómo aplacar, se realicen reuniones clandestinas para libar y dar pie a la algazara, el desparpajo y Dios sabe -y perdone- qué más, mientras personas mueren a diario, lo que desdice mucho de sus convicciones.
Sin duda, “los fiesteros” como que no se dan cuenta que con su reprochable accionar, a cambio de unas cuantas copas y unos momentos de baile, se están convirtiendo en “bombas de tiempo” que pueden estallar en sus mismos hogares y en los lugares donde desenvuelven sus acciones cotidianas, lo que debe ser sancionado con todo rigor legal, pues, si se atenta contra la integridad general, es decir el prójimo, se es contrario de éste, ante lo que se debe actuar de igual manera que contra los “enemigos de la sociedad”, porque en eso se han convertido.
Los que hoy somos mayores antes fuimos jóvenes, y sabemos los conflictos y necesidades de la edad, pero la racionalidad debe primar en todo momento. ¡Piénselo!