De hecho, el titular de las presentes líneas constituye una máxima que bien puede adaptarse a diversos campos de la vida -por no decir a todos, y en sus distintas etapas-, toda vez que gran parte de la culpa de ciertas circunstancias que atravesamos es de nuestra responsabilidad por no saber afrontarlas como corresponde. Si nos dejamos faltar el respeto la culpa es nuestra.
Pero, en esta ocasión seguimos con el tema de nuestro alicaído balompié, que día a día nos va “embobando”, como “teleculebrón venezolano”, con un sinnúmero de “sorpresitas” que motivan que ya no nos sorprenda nada, aunque el tsunami de indignación no para de crecer.
Y la verdad es que, desde hace mucho tiempo, la polémica se ha instaurado fuera del rectángulo de juego, lo que ha dado paso a la falta de credibilidad en la clase dirigencial y, por consiguiente, el escepticismo sobre las decisiones que se toman, toda vez que las mismas han coadyuvado a que no despuntemos como quisiéramos en el “Deporte Rey”, y tan solo nos conformemos con ser meros participantes y aspirar a una clasificación a un Mundial en un grupo de cinco, entre diez naciones.
En este sentido, la actual administración de la Ecuafútbol abrigó muchas esperanzas de que la realidad cambiaría, pero, por el contrario, la situación ha empeorado, con una dirigencia partida que lo único que ha hecho es tomar decisiones equivocadas y presentarse denuncias que cada vez le quitan credibilidad y hacen que seamos irrespetados en el contexto internacional, toda vez que somos objeto de burla en la actividad deportiva que más nos apasiona. Como que ya va siendo hora que se adopten correctivos que extirpen el cáncer del escándalo de la FEF ¿O no?