Editorial Vacunas: Algo que -quizá hasta hace poco- parecía inalcanzable, y que incluso -se lo quiera aceptar o no- nos hacía lamentar a muchos no haber nacido en las grandes potencias, haciendo que hasta lamentemos nuestra “malaya suerte” tercermundista, por fin -aunque sea en parte- ya está en nuestro suelo, y eso nos hace abrigar la esperanza de que saldremos vencedores en la muy dura y letal batalla contra el nuevo coronavirus, el mismo que ha cobrado miles -o millones, según el caso- de vidas donde ha extendido sus fríos tentáculos.
En verdad que la esperanza ha renacido, pero, a la par, las dudas de su alcance se acrecientan, y no necesariamente por su poder curativo, sino por la podredumbre disfrazada de corrupción que, a la par de la emergencia sanitaria, nos infectó y nos hizo conocer de cerca la miseria y la maldad humana, en la que estuvieron “en su papayal” personas de distintos estratos, pero, irónicamente involucrados estamentos que deben contribuir a precautelar la salud de todos los ecuatorianos.
Y la incertidumbre se apodera de quienes no olvidamos que se negoció con medicina y hasta fundas de cadáveres, y ni hablar siquiera que nos sentimos indefensos, in extremis, al saber que si corríamos con la desgracia de ser infectados con el virus no podíamos ni acudir a los que nos presentaron como “majestuosos hospitales” y descubrimos que algunos no tenían las condiciones ni para curar un “mal de ojos”.
En todo caso, esperemos que todos los ecuatorianos, sin excepción alguna, accedamos al medicamento, en el tiempo y término que corresponda y que, asimismo, los indeseables no se beneficien, como ya lo hicieron no hace mucho. ¡A estar muy atentos!