Editorial Opinión: Con ansias, un buen sector de la población aguardaba el tan mentado debate que iba a permitir a los aspirantes a la Primera Magistratura exponer sus planes y proyectos, a fin de conocerlos y, sobre todo, saber en quién de ellos se debe cifrar las esperanzas en las Elecciones Generales del domingo 7 de febrero.
Y decimos un buen sector porque a la otra parte, al parecer, ni le va ni le viene aquello, decepcionado al máximo por todo lo acontecido en procesos pasados, y solo acude porque no quiere ser sancionado ni inhabilitado en sus derechos, estando consciente que la única manera de alcanzar la satisfacción de sus necesidades es con el trabajo cotidiano.
Pero bueno, retomando la primera parte, las dudas van dando de largo a las certezas en la mente de la población, que no atina hacia dónde encaminar sus sueños y anhelos, pues, si bien con el pasar del tiempo se van puliendo los criterios, en su gran mayoría solo apuntalan la tradicional retórica propia de temporada, en la que “se ofrece el oro y el moro”, pero de planteamientos viables nada. Se habla de impuestos, trenes, agricultura, educación, salud, deuda… pero solo en un sentido de “decir lo que se quiere escuchar”, pero, como proyecto sólido -y sobre todo viable- no se concreta nada.
En tal sentido, demás estaría decir que la situación no es de las mejores y que debemos trabajar en realidades, toda vez que no da para más, y debemos -de una vez por todas- enrumbarnos en la senda del progreso, so pena de replicar realidades no muy ajenas, las mismas que han motivado a hermanos de otras latitudes a exiliarse en donde los acojan. Ojalá la Divina Providencia nos acompañe y esta vez sí sepamos elegir bien.