El Tercer Domingo de Junio se celebra el Día del Padre. Ser Rey del Hogar es muchas veces incomprendido, pero conlleva sacrificio
El Tercer Domingo de Junio se festeja con alegría el Día del Padre, una fecha trascendental para quienes se encargan de ese noble oficio. Aunque ser Rey del Hogar no es nada fácil.
El primer papá celebrado como tal en la historia es San José, padre adoptivo de Jesús y esposo de la Virgen María, fiel imagen de abnegación, compromiso y sacrificio.
Y esa tradición aún se recuerda en el imaginario católico europeo, conmemorándose el 19 de marzo en Francia o Reino Unido.
¿Por qué el Tercer Domingo de Junio?
El Día del Padre se originó en Estados Unidos, en 1909, por iniciativa de Sonora Smart Dodd.
Todo nació cuando su padre, Henry Jackson Smart, veterano de la guerra civil, quedó viudo luego que su esposa muera en el parto de su sexto hijo.
Henry quedó a cargo de la crianza y formación de 6 niños, lo que impactó a Sonora, pues lo hizo con ejemplar abnegación.
La idea le vino a la mente mientras escuchaba un sermón por el Día de la Madre, proponiendo al 5 de junio, día el cumpleaños de su padre, como fecha para conmemorarse.
Hasta que el presidente Calvin Coolidge acogió la idea y estableció que al padre se lo celebre en junio.
Luego, en 1966, Lyndon B. Johnson, presidente norteamericano, firmó la resolución que definió al tercer domingo de junio como el Día del Padre.
Finalmente, el presidente Richard Nixon, en 1972, la convirtió en ley.
Ser Padre: un oficio incomprendido
Ser padre es un noble oficio que reviste sacrificio y responsabilidad, pero, sobre todo, infinito amor.
Es verdad, como en todo en la vida hay buenos y malos, pero, por suerte, aún la mayoría la constituyen los primeros.
Muchas de las veces la incomprensión predomina en sus acciones, ello por la firmeza con que se ejecutan.
En todo caso, celebre como debe a su amado papá y exprésele todos sus sentimientos, y no solo un día, sino siempre.
Día del Padre: Papá, no te pido nada más que…
- Papá, no te pido nada más que… nunca me falte tu presencia, ya que es la luz que ilumina mis pasos al andar.
- Papá, no te pido nada más que… siempre seas ese espejo en el que miro la senda que quiero transitar.
- Papá, no te pido nada más que… tu voz sea la ley que marque vertical mi vida.
- Papá, no te pido nada más que… estés siempre presente en mis triunfos y fracasos, en mi risa y mi llanto.
- Papá, no te pido nada más que… nunca te falte esa energía que es capaz de comerse al mundo e impulsarnos a ser más y más.
- Papá, no te pido nada más que… tu voz tajante grabe en mi mente los principios y valores que debo honrar.
- Papá, no te pido nada más que… que me corrijas si desvío la senda, aunque de niño no lo comprenda, y piense que lo haces por mal.
- Papá, no te pido nada más que… me levantes, cuando la sombra me abrace, y me quiera enterrar.
- Nada más te pido, ¡Papá!, que siempre esté tu presencia, esa divina esencia, que me demuestra que mi Dios me ama de verdad.
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