En el más reciente Debate Presidencial 2023, el sistema de preguntas y repreguntas entre los candidatos demostró nuevamente su insuficiencia. A pesar de un reglamento rígido que pretendía obligar a los aspirantes a responder de manera directa, algunos optaron por desviarse del tema y presentar argumentos políticos preestablecidos.
Esta dinámica quedó clara cuando le tocó responder a la candidata correísta, Luis González. En lugar de abordar acciones concretas sobre seguridad, optó por utilizar su tiempo para criticar a sus enemigos políticos. Esta decisión, que puede haber sido táctica desde su perspectiva, plantea interrogantes sobre la sinceridad de los candidatos en el debate y su compromiso con discutir asuntos esenciales para el país.
La ausencia de Fernando Villavicencio, un elemento significativo en este escenario, dejó un espacio evidente en las discusiones. Sin embargo, a pesar de la falta de pruebas concretas y el tono de acusaciones en el debate, la pregunta persiste: ¿hubo un ganador?
Los debates presidenciales desempeñan un papel crucial en el proceso democrático, brindando a los ciudadanos la oportunidad de conocer las posturas de los candidatos en cuestiones clave. Aunque la dinámica de este debate pareció inclinarse hacia ataques y evasivas, es esencial que la ciudadanía evalúe cuidadosamente las propuestas y visiones presentadas por los aspirantes, buscando respuestas reales a los problemas que enfrenta el país.
En los días previos a las elecciones, este debate sirve como un recordatorio de la importancia de la claridad, la honestidad y la responsabilidad por parte de los candidatos. Los ciudadanos merecen un proceso electoral transparente y basado en soluciones, y es fundamental que los aspirantes estén dispuestos a cumplir con esta expectativa para ganarse la confianza de la población.
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