La pandemia ocasionada por el nuevo coronavirus (Covid-19) ha dejado y dejará secuelas irreparables en nuestra ciudad, provincia, país y el mundo y en toda la sociedad. No solo por el dolor y muertes que conlleva, a más de los actos de corrupción perpetrados en medio de la tragedia, sino porque ha atacado todos los aspectos sensibles de lo que antes llamábamos normalidad.
Los mismos que deben ser atendidos con mecanismos alternativos, a fin de mitigar en algo su afectación. Y una de esas aristas se refiere al campo de las relaciones humanas, las mismas que han sido seriamente minadas y, lo más grave, sin prontos visos de solución. Entre el Covid-19 y las relaciones humanas.
Sin duda, el “octubre negro” que vivimos en el pasado 2019 ahondó las diferencias ideológicas, políticas y sociales que ya teníamos como país, dividiéndonos aún más. Pero el distanciamiento social ha sido la “cereza del pastel” de la separación.
En este sentido, desde el Estado ecuatoriano se debería trabajar en políticas que nos ayuden a superar este duro trance, el mismo que seguirá un buen tiempo con nosotros.
Es verdad que los abrazos, besos y estrechones de mano siguen en lista de espera, pero, aquello no significa que la desconfianza, el recelo y hasta la indiferencia constituyan un correcto proceder.
Estas líneas van en torno a que, en verdad, a varias personas les causa mucha incomodidad caminar por las calles y sentir que la insensibilidad se va apoderando de las personas, que ya la gentileza como que va quedando de lado, pues, si alguien hace caer algo o ella mismo se cae no recibe ayuda, a más que se está convirtiendo en el pretexto ideal para dejar saludar o augurar éxito en cualquier jornada. En este sentido, el llamado es a no bajar la defensa ante el mortal nuevo coronavirus que nos pone en alerta.