¿Cambiar de color?

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¿Salir o no salir? Ese es el dilema al que se enfrentan los cantones de todo el país, en el escenario de la semaforización que ha planteado el gobierno y cuyo estado corresponde decidir a los comités de operaciones de emergencia, encabezados por los alcaldes. La situación es crítica si se considera que los contagios por el nuevo coronavirus siguen en aumento, pero la mayoría de personas está preocupada ahora por la subsistencia. En las últimas horas, la informaciones conocidas sobre la situación del Hospital Docente, que podría convertirse en hospital covid, trae más preocupación por lo que sería un contagio a gran escala en Chimborazo. Apenas cinco ventiladores están en funcionamiento para nueve camas en la Unidad de Terapia Intensiva, además que no se cuenta con un tomógrafo in situ para los exámenes necesarios para los pacientes con el nuevo coronavirus. La situación choca con la realidad en las calles donde se vive en la práctica una “normalidad” con autos, transeúntes en mayor número. El color rojo del semáforo no se aplica con todas las restricciones y es que después de más de cincuenta días de aislamiento, los recursos ahorrados de la clase media se han acabado o disminuido considerablemente, y desde hace mucho, aquellas personas que vivían del día a día tuvieron que volver a vender de todo: desde productos de desinfección, mascarillas a crear pequeños mercados ambulantes. Esta falta de actividad económica quita liquidez a las empresas y a las familias y las ponen en condiciones desesperadas. Ambos factores son complicados, sobre todo si llegan a cruzarse, es decir, si las actividades económicas se reintegran y no se toman las medidas de protección necesarias, el contagio probablemente aumentará con las dificultades en el área sanitaria. A.

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