Ups, sí que 2020 nos vino con sorpresa, y eso que parece que no ha corrido un solo segundo desde aquel enero 1 que esperamos con ansias para olvidar un 2019 desastroso que nos zarandeó y que, en octubre, nos puso al borde del colapso, a más que acentuó “diferencias irreconciliables” entre un mismo pueblo hermano -por sangre y ancestro- y dejó en jaque nuestros ya de por sí paupérrimos números… pero eso era nada para lo que estaba por llegar, pues, la siempre añorada “campanada 12” -lejos de ser un punto de quiebre en la reivindicación personal y social revestida de parabienes- representaba un “tocar a mort” que nos iba a poner en jaque como individuos y sociedad.
Pero bueno, dejando de lado lo poético de la desgracia, lo que jamás pensamos estaba por llegar en forma de proteína en guión de tragicomedia que desnudó nuestros más obscuros temores e hizo que hasta nos privemos de expresar sentires a nuestros seres más queridos a través de un abrazo o un beso, pues, lejos de brindar amor podríamos regalar muerte, y eso en verdad nos asustó.
Y nos quedamos en casa -de “espectadores vip”- viendo indignados como no se proveía a nuestros héroes de las armas elementales para combatir a un microscópico, pero letal enemigo, o como se comercializaba con la muerte sin ningún pudor, a más que se agotaban nuestras pocas reservas, se tramitaba leyes que perjudicaban a los ya perjudicados y campeaba la impunidad… lo que día a día va minando el anhelo de todo un pueblo digno, que lo único que quiere es progresar, y ojalá eso algún día lo entienda y le haga elegir correctamente a sus autoridades, las que tan solo le brinden esa oportunidad, la sola posibilidad de salir adelante.