Manuel Heredia
Tema: La gran diferencia
Editorialista
Mientras Singapur, país con un ingreso per cápita de 64.422 dólares, un PIB de 501 mil millones de dólares, donde su economía se basa en el libre comercio, el fomento a las inversiones, industrialización de exportaciones y crecimiento de sus reservas y activos.
Castiga con la pena capital el tráfico de drogas, asesinato, uso de armas, terrorismo y secuestro, acción que lo convierte en uno de los países más desarrollados y seguros del mundo.
El mandatario de nuestro vecino país Colombia, en una accidentada reunión de gabinete, manifestó suelto de huesos que se podría desmantelar el negocio del tráfico de drogas si este se legaliza, y su frase que quedará para la historia: “La cocaína es ilegal porque se fabrica en América Latina, no porque sea peor que el whisky”, y que si se legalizara su consumo en el mundo se vendería como el vino.
De hecho, esto causó inmediata respuesta de varios sectores censurando el criterio del presidente de esta hermana nación, la mayor productora de drogas en el mundo (2.600 toneladas al año).
Qué destino tendríamos con mandatarios que abiertamente se manifiestan a favor de la libre comercialización de sustancias que destrozan el comportamiento y las vidas de la juventud y de todo consumidor.
En nuestro país, la tabla de consumo permitía que una persona pueda poseer hasta 10 gramos de marihuana, 1 gramo de cocaína, 0.10 gramos de heroína y 0.02 gramos de éxtasis.
Con estas pequeñas cantidades se ha viabilizado que nuestra juventud inicie un proceso de consumo, se hayan creado organizaciones delictivas reclutando a niños, adolescentes y adultos que, formando bandas y pandillas, han puesto en jaque la seguridad de las ciudades, causado miles de muertes y desintegrado parte de la familia y la sociedad.
Algunos sectores políticos en nuestro país también se han mostrado afectos al pensamiento del presidente colombiano.
Sin ruborizarse, no han hecho ningún intento por reformar leyes que promuevan más firmeza en el trato a estos delitos que socavan la estructura de una sociedad que, pudiendo ser productiva, pasa a ser un problema de salud para los gobiernos, convirtiéndose en un acto de represión impresionante al desarrollo holístico y crecimiento económico de la vida de consumidores y no consumidores.
La diferencia en calidad de vida, ingresos, seguridad y desarrollo es infinitamente grande entre realidades donde no se tolera el consumo de estas sustancias que matan mental y físicamente a la gente, en contraste con otras que hasta promueven la libre venta de este engendro del mal llamado drogas.