Desde ascensores hasta parques, parejas cuentan los lugares más raros donde han tenido sexo y las emociones que vivieron.
Para disfrutar del buen sexo no hace falta mucho, aunque hay ocasiones en la que se empieza por unos besos y se acaba metido hasta la cocina.
Porque el deseo es caprichoso, involuntario y, a veces, «no espera un cuarto con cerradura ni una cama bien tendida».
Aparece en lugares impensados, entre el vértigo del peligro y la emoción de lo prohibido.
Desde parques hasta buses, pasando por graderíos, cines, cocinas ajenas y corredores universitarios.
Se tejen algunas de las historias reales más increíbles de quienes han sido sorprendidos por el deseo en los lugares más impensados.
En un canal de televisión, en un mirador, en el parque Sesquicentenario, en un establo de Macají, en la finca de sus padres en Manabí, en el colegio, en los vestidores de una piscina o, incluso, en la cocina de un desconocido una noche cualquiera.
Lista de lugares de encuentros ardientes
- Parque Ecológico
- Bosque de la Espoch
- Garage de la Unach
- Cine
- Baños de una discoteca
- Graderío de la Quinta Macají
- Canal de televisión
- Mirador
- Parque Sesquicentenario
- Monte
- Establo de Macají
- Universidad UNEMI «corredor cultural»
- Bus
- Sala de mis padres
- Casa de mi papá
- Cocina de un desconocido
- Finca en Manabí
- Colegio
- Chancera
- Vestidores de baños de piscinas
Eran casi las 10 de la noche, y una pareja se refugiaba entre sombras, en los graderíos de la Quinta Macají.
Su respiración entrecortada, las manos recorriendo cada centímetro de la piel bajo la ropa; ella se movía rápido, y no había tiempo. (Anonimato)
En el cine, la sala estaba casi vacía; en la última fila, una mano se desliza por debajo de la ropa, buscando piel caliente.
Salieron cuando encendieron las luces, con las piernas temblorosas y el deseo latente. (Anonimato)
En el corredor cultural de la UNEMI, el campus estaba vacío. Pegados contra la pared, sus cuerpos se entrelazaban con desesperación.
No hubo nadie, así que continuaron hasta el final, haciendo que ella terminara. (Anonimato)
La chancera era el escenario menos esperado, pero el «deseo no conoce reglas«, contra la pared de madera desgastada, entre el aroma intenso de los corrales, sus cuerpos se enlazaron.
Sus manos la sostenían firme, sus bocas se devoraban con hambre, y el vaivén de sus cuerpos solo se confundía con el sonido del viento colándose por las rendijas. (Anonimato)
El silencio del monte solo era interrumpido por sus jadeos entrecortados, que se hundieron en la hierba, sintiendo la naturaleza envolverlos mientras sus manos urgentes exploraban con frenesí.
Sin testigos, sin miedos, solo ellos y el deseo del arma letal de esta escena. (Anonimato)
Deseo sin fronteras
Historias que quedan atrapadas en lugares inesperados, en rincones que guardan secretos y en momentos donde el deseo le gana a la prudencia.
Al final, los recuerdos más intensos no siempre se escriben en camas perfectamente ordenadas, sino donde nadie lo espera.