La madre del niño atropellado Anderson Morocho Olmedo vuelve a sonreír tras su recuperación. Agradece a Dios y no guarda rencor al causante
Madre de un niño atropellado vuelve a sonreír tras su recuperación.
Con esta frase inicié una crónica que, lejos de ser una nota más, se erigió en una causa que unió a un pueblo en torno a la solidaridad y a la fe, a más que trascendió fronteras y despertó nobles sentimientos.
No conocía en persona a Rebeca Olmedo, solo tenía referencia que era la madre de Anderson Morocho y, aunque traté muchas veces de contactarla, se me hizo imposible.
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Y no era para menos, pues, como buena madre, no se despegó de su amado hijo desde un fatídico lunes 13 de enero de 2025, día en que la tragedia visitó su hogar.
Pero, como dicen los mayores, ‘Dios sabe porque hace las cosas’, debimos encontrarnos en condiciones agradables, de alegría y agradecimiento.
Una ‘buena nueva’ era ‘el pretexto’, y ello me hizo feliz, pues, fue en torno a la milagrosa recuperación de su amado hijo, tras un trágico accidente que lo confinó a hospitalizarse.
Fueron 12 días de angustia suprema, en los que lo peor era lo único que se imaginaban quienes conocían el caso a través nuestros canales informativos.
Como recordaremos, el niño salió a comprar una golosina en la tienda de la esquina, sin imaginar que un conductor en estado etílico lo atropellaría en la vereda…
Desde ese momento Rebeca vio la mano de Dios, pues, puso personas justo en los momentos que más lo necesitaba.
Arribaron a la clínica, allí pensaron que solo era un golpe, y pidieron a la mujer que se tranquilice, lo que más la desesperó.
La angustia se apoderó de la madre, “La espera en Dios”, como dice esta devota mujer.
Rebeca pertenece a la Iglesia de Cristo, ubicada entre la Av. Gonzalo Dávalos y Uruguay, y varios de sus hermanos de fe, tras enterarse, presurosos, llegaron a confortarla y a orar.
Le dijeron que necesitaba mucho dinero, pero, Rebeca no pensó en ello, solo quería salvar a su hijo. Los ayudaron y trasladaron al siguiente día al Hospital ‘Baca Ortiz’.
La destruida madre no sabía qué hacer, ni dónde dormir; pero, gracias a Dios, un albergue del hospital la acogió.
No importó la hora, a la que sea le pedían 1 pinta de sangre, y a comprar.
Pero, nada era esperanzador, al contrario, la situación se complicaba.
La impotencia y el llanto crecían, hasta que una señora se le acercó, la abrazó y le pidió que se encomiende a Dios. Rebeca suplicó, lloró, se arrodilló, pero, nada variaba…
Pero el desgaste le empezó a pasar factura a Rebeca, pues, estar mucho de pie, sin dormir ni comer la obligó a arrodillarse e implorar.
Y el viernes 24 de enero la vida le volvió el alma al cuerpo, a las 13:00 h salieron del hospital, y a las 19:30 h llegaron a casa, en Riobamba, donde la familia y amigos los esperaban
Por ello quiere expresar su gratitud:
Y es que Anderson no es una estadística más, es una causa común que hermanó a un pueblo disperso que se unió en torno a la oración, y ese fue un segundo milagro.
Ahora Rebeca tan solo pide que opere la Justicia, pues, no se puede conducir en estado etílico y causar tanto dolor y seguir impune.
Mi corazón acabó la entrevista, pero, mi frío inquietud periodística me obligó a preguntar 1 más, no sin antes pedirle disculpas:
¿Qué sintió cómo madre al verlo en el piso?
Me mira fijamente, intenta hilvanar una respuesta, pero, mares de lágrimas se lo impiden. Tomo su hombro y mi corazón me hace pedirle perdón. La mujer esboza una linda sonrisa y responde:
Y yo lo sé, yo le creo.
Ahora, Anderson debe continuar su recuperación y viajar periódicamente a Quito donde el neurólogo, en febrero tiene otra tomografía y con el neurocirujano, y así.
La madre también agradeció a la maestra de Anderson, del séptimo año paralelo ‘A’ en la UE ‘Carlos Cisneros’, que siempre ha estado pendiente.