Dios permite que el padre Luis Guevara sea futbolista toda su vida, juega en el equipo ‘Familia Guevara Sporting Club’.
Con la ayuda de Dios el padre Luis Guevara combina sin problemas la labor de sacerdote con la disciplina del fútbol.
El padre Luis Antonio Guevara Oñate nació en Calshi, cantón Penipe.
Su pasión por el fútbol obedece a que creció en una vivienda ubicada frente al estadio, por lo que, desde que tiene uso de razón, practica este deporte, especialmente el fútbol y el indoor.
En su adolescencia, formó parte de algunos equipos en el cantón Penipe, entre ellos el ‘Súper STAR’.
A medida que la familia Guevara fue creciendo, decidió promover la conformación de un equipo denominado ‘Familia Guevara Sporting Club’, en el que aún juega.
Su puesto es en el medio campo, aunque reconoce que, cuando era más joven, jugaba en la delantera y marcaba goles.
El padre Luis es apasionado del fútbol
El padre Luis considera que el deporte es una actividad maravillosa que ayuda al ser humano en todos los aspectos.
Para él, el deporte es una terapia, y lo seguirá practicando mientras pueda. Lo ha hecho en diferentes lugares.
Recuerda que, en el cantón Alausí, conformaron un equipo y participaron en un campeonato como un equipo de la Iglesia.
Asimismo, recuerda una ocasión en la que fue parte de un partido de exhibición entre Liga Deportiva Alausí y las Exglorias de la selección de Ecuador.
En ese partido participaron figuras como el ‘Tanque’ Hurtado, ‘Piquetero’ Quiñónez, Gavica, Capurro, Wellington Sánchez, entre otros.
Actualmente, juega en un campeonato de indoor en la parroquia de Matus, cantón Penipe, y fue parte de un campeonato que finalizó hace un mes y medio en Penipe.
El padre Luis trata de combinar su actividad como sacerdote y su pasión por el fútbol. Admira a Messi, pues considera que se pueden rescatar valores como la sencillez, a pesar de ser uno de los jugadores más extraordinarios del mundo.
Cuando ingresó al seminario para formarse como sacerdote, le preocupaba que no podría seguir jugando, pero pronto se dio cuenta de que el deporte no contradice la fe ni el espíritu de vida que lleva como sacerdote.
Señala que, al igual que en toda actividad, en el deporte también hay que encomendarse a Dios, y por eso un jugador que ingresa al estadio se persigna o eleva su mirada al cielo.
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