Para Martita, mamá de Julián, el día que le citaron para entregar el portafolio de su hijo -de ocho años- iba a ser el fin de un ciclo diferente, el mismo que la enfrentó a muchas realidades: falta de internet, problemas de conexión, dudas sobre los procesos de aprendizaje, desperdicio de todo el material escolar y, al final, el trabajo final que, fue como “una liberación del suplicio”. No se aprendió nada desde casa.
Realidad. “El último día para mí sí fue una alegría, sobre todo porque el profesor de mi hijo cada que sonaba algo en las clases virtuales se ponía histérico.
Les castigaba y les mandaba tarea. A esto se suma que había muchos sonidos externos que no eran provocados por los niños: el claxon de un carro, el sonido del vehículo del gas o los ladridos de los perros”, comentó la madre de familia.
Caso. Otra realidad es que ella cree que su hijo no aprendió mucho. “En el aula de clase un profesor puede saber las deficiencias del alumno. Qué aprendió, que no aprendió, pero, ahora, ¿cómo un profesor va a saber si un niño le entendió a través de una pantalla de computadora? Claro, varios planteles privados determinaron que las clases debían seguir normalmente para cobrar la pensión sin bajar ni un solo centavo”, dijo.
Situación. Esta madre de familia también relata que su hijo era un buen estudiante. “Cuando llegaba de la escuela no había ni que decirle que haga las tareas. Luego de almorzar se lavaba las manos y se ponía a hacer. Pero ahora hay un cambio rotundo. Odiaba las clases virtuales, no aprendió nada. Luego de clases medio que le reforzaba yo. Pero llegó un punto que, con mi trabajo, los deberes, las clases virtuales y toda esta realidad decidí que pierda el año”, dijo Martita.
Datos. Nadie estaba preparado para enfrentar la pandemia del Covid-19, y esa es una realidad. Cuando ya parecía todo medio aceptado, le dieron a conocer sobre la entrega del portafolio: con carátulas, dibujos, divididas con viñetas y toda la evidencia que se realizó durante las semanas de la emergencia sanitaria. “Éste iba a ser el último trabajo. A mi hijo le exigí que me ayude. Entre los dos hicimos lo que pudimos. Entregamos el portafolio. Cuando entregué se acabó mi pesadilla”, agregó Martita. Ahora Julián no perderá el año, como lo ha determinado el Ministerio de Educación. Sin embargo, otra interrogante nace en Martita: “¿Mi hijo en verdad aprendió?” Y ésta es una de las dudas que ella -y seguro muchos padres- se hará.
Dirigencia. Scarlett Tamayo, presidenta de la Federación de Estudiantes Secundarios del Ecuador, también tiene una idea igual. “Muchos no aprendimos nada. Si para tener internet muchos compañeros debían hasta subirse a árboles con tal de tener señal, no se diga quienes no tienen dinero para adquirir un plan, celular o ir a un cibercafé. Si bien el Ministerio dijo que todo se debía hacer desde casa, por medio de guías y medios de comunicación, las realidades son diferentes. En Italia, durante la pandemia, se suspendieron clases para no desnivelar a los estudiantes, pero aquí todo se ha hecho al revés. Ahora la brecha entre quienes tienen acceso a la tecnología y quienes no es más ancha”, finalizó la dirigente.