A lo largo de nuestra historia la injusticia social ha predominado, siempre explotando al más débil, malhadada práctica que viene dándose desde hace tiempo. Así, durante la colonia se crearon varios tributos -almojarifazgo, sisa, lanzas, alcabala, diezmo, estancos, tributo indígena, impuestos especiales (mesada, media annata, censo, etc.), por solo citar algunos-, los mismos que, se decía, contribuían a edificar la obra pública y propendían a cristalizar el “buen vivir” que tanto se anhela. ¡Buena parte de la culpa es nuestra!
Pero, lejos de aquello, la gran mayoría de “obras” ha causado más desazón que beneplácito, toda vez que lejos de construir se ha destruido parques, plazas, patrimonio; se ha levantado “elefantes blancos” sin ton ni son que no sirven para nada, como ahora vemos a muchos hospitales; se ha pavimentado, repavimentado, recontrapavimentado y los huecos cada vez son más grandes; se “moderniza” por aquí, por allá, hasta el infinito y más allá, y cuando uno se acerca a la ventanilla no hay sistema; se dice que se capacita al personal y lo que más se encuentra es una pasarela de glamour donde reina el desconocimiento, la desidia, la grosería y la arbitrariedad; y, no conforme con eso, hasta nos empiezan a robar la esperanza, y justo cuando más nos aferramos a la vida; pero, además, fuera de impuestos, tasas, aportes, contribuciones (especiales y de mejoras), se quiere que se coadyuve a levantar la crisis cuando se debe es poner tras las rejas a quienes perjudicaron al Fisco y recuperar todo lo defraudado.
Sin duda, la vida es fácil, nosotros la convertimos en difícil cuando no tomamos las decisiones correctas y elegimos a quien no debemos. Ojalá reflexionemos.