Parece que a estas alturas de la vida ya nada debería sorprendernos, pero, penoso decirlo, cada día los medios de comunicación dan cuenta de hechos deleznables que causan indignación y repudio, lo que asemeja “un cuento de nunca acabar”, algo debe cambiar.
Y en verdad resulta De Ripley observar cómo se lucra con el patrimonio de todos, y tan campantes sus protagonistas entran y salen del país con nuestro dinero, sacando membresía en el “club de los nuevos ricos”, adquiriendo propiedades impensadas por la gente honesta y trabajadora que, por suerte, somos la gran mayoría.
En verdad es increíble que adquieran bienes inmuebles y se den una vida de reyes en el territorio patrio y allende fronteras quienes quizá en su vida alguna vez trabajaron y ni en su proceder se instaure el menor halo de duda sobre la procedencia de “sus recursos”, y esto pese a que contratan con el Estado ecuatoriano.
Y es que en un país civilizado, en tiempos modernos, en nuestras mentes no cabe que, sin más, se salga con dinero en efectivo en cantidades astronómicas para el común de los mortales, quienes, sorprendidos, solo lo llegan a conocer por un accidente que es noticia en otro país.
Como que ya va siendo hora que las autoridades asuman su rol y se ejerza la misma “oportuna acción” que se aplica al llano de a pie que roba un pan.
Ojo, no se dice que se exonere al uno y se persiga al otro, no, nada que ver, sino que la justicia debe imperar para todos, como reza -aunque sea “muerta”- en los cuerpos jurídicos.
Sin duda, debemos sincerar el accionar y, con sentido de conciencia, corregir lo que no está bien en la ley o en quienes la buscan y aplican, so pena de seguir sumidos en la vergüenza y la desilusión.