Estamos entrando a la tercera semana del paro de junio de 2022. Las movilizaciones empezaron el 13 de junio, con el anuncio de cierre de vías por parte de la CONAIE, y su líder Leonidas Iza. Desde ese entonces, la relación entre el Movimiento Indígena y el Gobierno se ha tensionado. A día de hoy, se está debatiendo la destitución del Presidente Guillermo Lasso. ¿Quién podría estar detrás de este episodios? ¿Se podría atribuir a una fuerza externa el nivel de las protestas? Se debe superar al discurso correista.
¿Cómo se podrían evaluar a estas jornadas de protestas?
Yo creo que, a comparación de 2019, y ahora en 2022, hay diferencias y matices. En 2019 tienes una paralización más concentrada en Quito, es decir, ese es el foco de la protesta. No hay una paralización nacional. En este momento tenemos una paralización nacional, que empieza, sobre todo, en la zona de la Sierra centro.
Si tú evalúas y analizas las provincias que se paralizan son de casi toda la Sierra. Que, coincidentemente, son las zonas donde mayores problemas, o donde se registran los peores indicadores sociales. Por ejemplo, la desnutrición crónica, la falta de empleo y una lenta —e inclusive casi inexistente— reactivación productiva. No pasa esto en ciudades como Quito, Guayaquil o Cuenca, que, históricamente, han sido grandes centros económicos.
Pero sí pasa en Imbabura, Cotopaxi y Chimborazo, que son los lugares en donde empezaron las protestas. Y luego asciende y tienes una paralización en Tungurahua, Bolívar. También se encienden mucho los ánimos en el Puyo, entonces tú tienes una protesta que, en un momento, comienza, si nos remontamos a la primera semana, a tener focalización, única y exclusivamente, en las zonas donde hay población indígena. Esto, ya de por sí, hace una diferenciación sustancial en relación a 2019.
¿Crees que hay alguien detrás de las protestas?
Las dos protestas son parecidas, tienen al mismo interlocutor de por medio. Y, un poco, desde el lado del Estado, se tiene el mismo discurso. Nuevamente recurrimos al discurso de atribuir la protesta a un grupo político que está encima de la CONAIE. Esto, lo que hace es generar una suerte de invalidar la calidad de interlocución y la capacidad de representación del Movimiento Indígena, en sí mismo. Puede haber errores, puede haber infiltración política, puede haber hasta sectores urbanos que tienen otras dinámicas y repertorios de protesta. Pero tú no puedes invalidar al Movimiento Indígena históricamente como que no tiene capacidad de interlocución. En su momento, en los 90 se da el Levantamiento Indígena y fue la pregunta: “¿Quién está detrás del Movimiento Indígena?, ¿quién está detrás, moviendo los hilos para que el Movimiento Indígena haga todo lo que hace?”. Entonces, el Estado, históricamente, lo que hace es, siempre, invalidar, o no reconocer la capacidad del movimiento indígena, como un actor o interlocutor. Yo creo que el discurso correísmo y anti-correísmo, hay que superarlo.
¿Es conciliador el discurso del Presidente Lasso?
Yo creo que hay un tema de interlocución. El movimiento indígena reclama interlocución, pero ¿con quién? ¿A quién validas como interlocutor? En 2019, el paro terminó con un diálogo que, entre otras cosas, tuvo un intermediario que no fue el Gobierno. Fue Naciones Unidas. Nuevamente, en 2019 no hay capacidad de interlocución, este año, se vuelve a romper. Y, en el Gobierno no tiene con quién hacerlo. Es decir, tienes una institucionalidad: El ministerio del interior, el ministerio de gobierno, tienen hasta una secretaria específica para los temas de la pueblos y nacionalidades. Y, aun así, no tienes una capacidad de interlocución real, con la CONAIE. Las tienes con otros sectores indígenas pero no con la mayor organización nacional.
¿Cómo queda, entonces, el tejido social cuando se acabe este episodio?
Yo creo que el tejido social, post 2019 no se recompuso totalmente. No ha sido recompuesto y, en la campaña electoral, Guillermo Lasso ofreció un mecanismo de “encuentro”. Ese era su slogan y no han tenido la capacidad de recomponer el tejido social. Si ya veníamos con un tejido social fragmentado, hoy está aún más. Y se lo ve en los memes, en los grupos de WhatsApp, en Facebook, en las marchas por la paz.
Una cosa es decir que marchamos por la paz, pero tenemos los peores índices de inseguridad y no hemos salido a machar por eso. ¿Por qué sí salimos a marchar contra el sector indígena a quienes acusamos de violentos y estigmatizamos, deslegitimando sus demandas sociales?. Por qué no lo hacemos contra el crimen organizado y la inseguridad. Ahora hasta se hacen productos para estigmatizar a la protesta social indígena, como una protesta vandálica. Esto polariza más a la sociedad.