Sin lugar a dudas, nada es efecto de la casualidad. Los mayores siempre han dicho que “lo que se cosecha se siembra”, y los últimos acontecimientos suscitados en el “Planeta Azul” les dan la razón… y con creces. Las afectaciones a la capa de ozono, el efecto invernadero, la contaminación ambiental, las mutaciones genéticas, los deshielos y la presencia de pandemias solo dan cuenta del creciente irrespeto a la Pachamama, a la “casa grande”, la misma que ha soportado estoicamente nuestras acometidas irracionales, y desde tiempos inmemoriales, pero acentuadas en los últimos, y precisamente a partir de la denominada “revolución industrial”, la misma que fue el puntapié inicial para la transformación social, pero, ahora vemos, a un precio muy alto. A cuidar nuestra “casa grande”.
Y tan solo basta hacer un breve recorderis a lo acontecido a inicios de la pandemia, cuando ante el repliegue del ser humano la naturaleza empezó a regenerarse, toda vez que el aire se volvió más puro, el hueco en la capa de ozono empezó a cerrarse y los animales volvieron a caminar/nadar/volar libres… sin temor alguno.
El punto es que hay que empezar a tomar conciencia que se debe trabajar en un cambio global, que nos involucre y comprometa a tratar de rescatar el planeta para las nuevas generaciones, que son las de nuestros hijos y las de los hijos de éstos.
Hoy es el Día del Ambiente, y es positivo que se trabaje propuestas para cuidarlo, siendo imperativo que se quiera rescatar la Quebrada de Cunduana, la que al menor fuerte aguacero se hace sentir en Riobamba. Pero también nosotros podemos tomar partido, aunque sea solo no botando la basura en cualquier parte. ¿Qué dicen?