No importaba la hora. Empleados, trabajadores y vecinos de la calle García Moreno, entre Veloz y Primera Constituyente, llegaban a la tienda de “Don Juanito” para comprar sus deliciosos sánduches de queso con mortadela o los de dulce de higo. También había quien prefería los pasteles o rosquillas hechas por doña Sarita o también las “papitas sin marca” para matar el hambre…Tradiciones Riobambeñas.
Historia. Fue hace 49 años cuando José Benigno Gómez, mejor conocido como “Don Juanito”, decidió ponerse una tienda en pleno centro de Riobamba. Él contrajo nupcias con Sara Tapia, con quien procreó tres hijos: Marcia, Mariela y Juan Carlos. También es el orgulloso abuelito de Mateo, María Paz y Marcelito. “Yo comencé en 1974. Inicié instalando mi negocito. Era una pequeña tienda de abastos. En aquellos tiempos era muy bueno el negocio, porque esta zona era un barrio familiar. Tenía bastante clientela. Iba poco a poco abasteciendo la tienda, surtiendo de productos y vendía todo lo que podía”, comentó con nostalgia.
Historia. Ya una vez que logró establecerse bien, notó que siempre llegaban personas a su local para comer algo. Siempre le preguntaban si vendía sánduches y la respuesta era no. Un buen día decidió comenzar a vender sánduches de queso. Pero la clientela era exigente y le pedía ya no solo de este lácteos, sino de mortadela, y esto hizo que compre un pedazo grande de mortadela de La Ibérica, y así fue el inicio de esta tradición riobambeña. La diferencia de este bocadillo, con el resto, es que el grosor de la mortadela era algo que llamaba la atención. No se trataba de una rodaja, sino de un buen pedazo de embutido. “Traje unito y me fue muy bien. Se acabó rápido. Al siguiente mes ya no pedí una, sino dos y así, hasta llegar a pedir como cinco”, relató emocionado don José.
Información. A este emprendimiento se unió también doña Sarita. Ella decidió hornear pasteles. “Fuimos los primeros en vender los pastelitos en rodajas. Se vendía con yogurt o con leche ‘Toni’. Además de la venta, nuestra tienda siempre fue un lugar para recibir a la gente. Había una mesita, banquitas para que la gente pueda conversar y servirse. Antes era un barrio residencial, pero al pasar al tiempo se hizo comercial. Las familias que habitaban ahí se fueron a Quito, Guayaquil o al extranjero. Fue una de las primeras tiendas que había en ese sector. Ya luego los abastos se vendían poco y decidimos vender golosinas: dulce de leche, guayaba e higos. La gente hasta mandaba al extranjero”, recordó doña Sarita.