Myriam y Manuel eran muy jóvenes cuando decidieron contraer nupcias. Ninguno de los dos tenía una profesión, y muy pronto llegaría su primer hijo, y esa fue la razón fundamental para que, con la ayuda de sus padres, hicieran un préstamo en una entidad financiera de Riobamba, a fin de comprarse un taxi, así como el puesto requerido. El monto bordeaba los 23 mil dólares. 56 ecuatorianos han muerto en EE.UU.
Deuda. El primer año lograron cubrir los pagos de las mensualidades; sin embargo, durante 2020 su realidad cambió. Llegó la pandemia de la Covid-19 y Manuel estuvo varios meses sin poder trabajar, además que la actividad en la ciudad no era la misma, y a esto se suma que nació su primogénito, a quien llamaron Justin, y cuyos gastos aumentaron de manera considerable por la compra de pañales, leche en polvo, medicinas y las visitas al pediatra.56 ecuatorianos han muerto en EE.UU.
Acreedores. La deuda en la entidad financiera poco a poco se convirtió en algo impagable. No había forma de ganar suficiente dinero para vivir tranquilamente… y así transcurrió todo el año de pandemia. Pero, a la par, las llamadas de la cooperativa acreedora eran algo insoportable, así como la amenaza de que, si no cancelaba a tiempo cada mensualidad, se iría a la central de riesgo o se le ejecutarían las garantías. Y ese fue el detonante para que Myriam y Manuel tomaran una de las decisiones más difíciles y arriesgadas de su vida: viajar ilegalmente hacia los Estados Unidos. Algunos de sus familiares ya lo habían hecho meses atrás, por lo que conocían cual era la metodología. Si bien se pueden encontrar anuncios en las redes sociales sobre cómo se puede contactar a “coyoteros”, optaron por comunicarse con las mismas personas que ayudaron a sus primos a irse con rumbo al país del norte.
Situación. “Lo primero que se nos pide son los documentos -pasaportes y cédulas-, ellos se encargan de comprar los pasajes hacia México”, comenta afligida Myriam, quien explicó que para conseguir los trece mil primeros dólares para que puedan viajar ella y su hijo tuvieron que vender el taxi y el puesto que, por cierto, tanto les costó adquirir. Con el resto del dinero sobrante viajaría unas semanas después Manuel. Previo al día del viaje, el “coyotero” visitó varias veces la casa de la pareja, a fin de verificar que todos los documentos estén en regla, además para explicarles cada movimiento que se iba a dar en tierras mexicanas y, si lo lograban, en Estados Unidos. Cuando Myriam viajó todavía México no solicitaba visa a los ecuatorianos. Ella llegó junto con su hijo a Ciudad Juárez, en donde la recibió el “coyotero”. Para entonces, ella le había entregado un adelanto de cinco mil dólares y, de acuerdo al “acuerdo suscrito”, Myriam le entregaría los otros 8 mil dólares a su “contacto” cuando ya estuviera en Nueva York.
Travesía. La madre de la joven tenía mucho miedo. Desde que Myriam partió habían pasado ya quince días y no había recibido ni siquiera una llamada para saber si su hija y su nieto se encontraban bien. La desesperación comenzó a apoderarse de la familia y, mientras tanto, la joven madre hacía todo lo que le decía el “coyotero”. “Logramos cruzar al otro lado en una balsa y luego caminamos como una hora. Ahí fue donde nos cogió la ‘Migra’ y me entregué”, recuerda la joven mujer, que agregó que esa era parte de la estrategia, porque al estar con un niño se les permite el ingreso, claro, siempre y cuando tengan un lugar donde quedarse. Así fue cuando la Policía Migratoria de Estados Unidos tomó contacto con los familiares de Myriam, quienes les dijeron que ellos le iban a recibir, y así llegó a Nueva York. Por ahora ella no puede trabajar, ya que por lo menos tres veces por semana llegará la Policía para evidenciar que “solo” está de visita y que no permanecerá más de tres meses en Estados Unidos. Sin embargo, se da modos para laborar como mesera en la cafetería de sus primos, en donde gana 13 dólares la hora. Lo máximo que permanece en el lugar son cuatro horas, porque teme que en algún control la descubran.
País. Manuel, ya más tranquilo sabiendo que su esposa e hijo se encontraban bien, consiguió el dinero que le faltaba y completó los dieciocho mil que exigían los “coyoteros”. Logró salir del Ecuador dos días antes de que se exigiera la visa en México. El último contacto con él fue a inicios de septiembre. Se comunicó desde Ciudad Juárez, en donde iba a permanecer algunos días. Y fue el miércoles ocho de septiembre cuando Manuel llamó a Myriam para decirle que iba a iniciar su periplo y que rezara mucho por él. Lamentablemente, él, junto a otros migrantes ecuatorianos, entre los que se encontraban chimboracenses, azuayos y cañarejos, fueron descubiertos escondidos en la frontera, por lo que fueron devueltos de inmediato a territorio mexicano.
Intento. Sin embargo, Manuel no se iba a rendir. Esperó tres o cuatro días y volvió a intentarlo… pero lo último que se supo de él fue mediante un mensaje de WhatsApp, en el mismo que contaba que las cosas estaban muy complicadas y que tal vez no llegaría porque, al parecer, tenía Covid y quedó abandonado en medio de la nada, y desde ese día no se sabe nada de Manuel…