Medir cada palabra

Enfoque
El lenguaje, sea escrito o verbal, encierra un poder inmenso. Un buen consejo puede evitar muchas amarguras o conducir al éxito, una frase dura puede destruir una relación y una disculpa oportuna consigue granjear el aprecio de un potencial enemigo.
Los casos en que las palabras influyen sobres los seres humanos son tan numerosos como las circunstancias que pueden presentarse en las relaciones humanas, sean éstas de orden interpersonal o colectivo.
Los mensajes que recibe un niño en su infancia marcarán su personalidad y los argumentos que escuchamos o los libros que leemos, forman nuestro criterio y, por consiguiente, moldean nuestra conducta. Cada palabra acarrea una consecuencia, pequeña o grande, pero consecuencia al fin.
Pero, además, hay que considerar que existe el diálogo interno, es decir, aquella conversación con nosotros mismos, vale decir nuestros pensamientos, que, finalmente, se expresan en palabras, origen de nuestro pesimismo, optimismo, de nuestra desgracia o fortuna.
De allí que debemos poner mucha atención a las palabras que pronunciamos, escribimos, leemos, escuchamos o pensamos, pues son ellas las que en gran medida forjan nuestra realidad.
Sin embargo, poca importancia damos en el ajetreado día a día a estas ideas. Hablamos, escribimos, leemos, escuchamos y pensamos sin reflexionar en la importancia de las palabras, a pesar que ellas son arquitectas de nuestro destino.
Medir toda palabra, cualquiera sea la fórmula que utilicemos para expresarla o asimilarla, es una sabia decisión. Es también un ejercicio de disciplina gratificante, pues, los frutos de las palabras son hechos concretos, como dice un adagio popular: “somos amos de lo que callamos y esclavos de lo que decimos”.
|